Hice mal en no regresar con el psicólogo. Fallé ¿cómo pude romper la dieta en un jueves cualquiera porque no logré vencer el antojo por mi chocolate favorito? Tengo que hacer algo, no es posible que no esté leyendo los dos libros por mes que me había propuesto al iniciar este año. No está bien que haya mandado 5 memes mientras estaba en el baño, eso no habla bien de mi productividad real. Tengo que empezar a responder a toda esa gente que suelo dejar en visto en WhatsApp. Tengo que volver a jugar Pádel, sé que me hace muy bien. Por cierto, ya voy a empezar a tomar zinc, omega 3 y vitamina C. A partir del lunes tengo que dejar de gastar tanto en lattes de cafetería y así ahorrar para mi futuro incierto.
No puedo comprar más libros, primero leo los que tengo, aunque quizá pensándolo bien, no tengan ya mucho sentido, dos eran sobre la pandemia. ¿Cómo es posible que no haya visto ni un día las noticias esta semana para saber todas y cada una de las tragedias que suceden en este país? No puedo estar perdiendo una hora cada fin de semana en escoger una película de Netflix. Justo debería estar descargando una lista de podcasts interesantes para ahora que regrese al gym.
Así nos la vivimos, sobrevalorando nuestras capacidades y al mismo tiempo infravalorándonos por lo que no logramos hacer. Sobrevalorando la capacidad del ser humano, creyendo que en él, en nosotros, todo debe ser racional, sin darle cabida a la naturaleza del fracaso, del error, de la falla, de las ganas, de lo espontáneo, de la flojera, del instinto. Queremos actuar como si los días no fueran solamente de 24 horas. Queremos hacer todo como si las semanas no fueran finitas. Queremos ser esos robots que tanto nos asustan… no me puedo quejar del calor porque en invierno me quejé del frío ¿Y qué chingados? Somos seres humanos.
Dejaste de ir con tu terapeuta porque tenías que cruzar cada 15 días la ciudad y te cobraba más de lo que en ese momento podías pagar, de hecho representaba como el 12% de tu quincena. Te tragaste ese chocolate que tenías programado para un día especial porque te sentías triste y ese sabor te recuerda a tu infancia con los abuelos. No has podido leer la cantidad de libros que te propusiste al inicio del año porque eres pobre y te tienes que levantar a las 6 de la mañana para ir a trabajar y regresas a las 7 de la noche a tu casa para comerte el tupper que no te pudiste comer en la oficina porque a la hora de la comida el hijo de la chingada de tu jefe te dijo que quería aprovechar para hablar contigo.
No has ido al pádel porque te sentías mal, te enfermaste, te dio COVID y ni te enteraste; no te enteraste porque estabas muy ocupado siendo ¿responsable? Y no dejaste de ir a la oficina a contagiar a todos.
No mandas 5 memes sino 10 cada que vas al baño, porque precisamente es el escusado el único momento en el que te relajas todos los días. El café de cafetería que ahora satanizas por caro es el que lleva 1 año dándole algún sentido a tu vida. Ese plato y esa cuchara con avena que nunca lavas por las mañanas no son el reflejo de que seas un maldito holgazán, solamente te deberían de recordar que ni tiempo tienes.
No has descargado una lista de podcasts porque de cualquier manera todos los días rumbo al trabajo ya estás hablando con tu secretaria de todos los pendientes y juntas. Cada fin de semana tardas una hora en escoger película porque en realidad lo que tu cuerpo exige no es ver la mejor película en lengua no inglesa del 2019 sino solamente pensar en NADA.
Dejemos de culparnos de todo, de ser tan exigentes con nosotros, con la especie humana, no somos ni seremos tan inteligentes. Somos – y está bien – más producto del instinto y no de la razón. En realidad, no pasa nada si este fin de semana no pintas a las 9 de la mañana esa pared de tu casa que ya tiene diez tonos distintos; de cualquier manera, ya van 7 meses que nadie visita tu casa… nadie sabría que la pared de tu sala parece ya de reclusorio si tú no se lo hubieras dicho a toda la oficina cuándo preguntaron cuáles eran tus planes para el fin de semana. Tampoco pasa nada si no les contestas a esos tres desgraciados que dejaste en visto en WhatsApp, a ellos les pasa lo mismo, incluso contigo.
Deja de pagar la suscripción del periódico, en realidad ya nunca te metes a su app porque tu cabeza ya no quiere saber nada sobre el último asesinato del país. En realidad, sí sabes y estás enterado, estás enterado porque precisamente fue la razón por la que llegaste tarde el martes anterior cuando pasaron 5 ambulancias y se comieron todo el tiempo de los semáforos, todo por un accidente de otro estresado igual que iba texteándole a alguien de su oficina para ir avanzando en los pendientes.
Esas noticias que crees que debes ver todos los días solamente te muestran los gráficos de los asesinatos de este gobierno, pero lo sabes porque mataron al hijo de la que era tu compañera y sigue desaparecido el hijo de tu vecina de enfrente. ¿Sigues preocupado por qué ya no tienes espacio en tu celular? Solo borra Uber, de cualquier modo ya ni lo usas, la tenías para cuando salías de fiesta, ahora tu mayor fiesta está en los 5 minutos de tranqulidad bajo el chorro de agua con presión debajo de la ducha.
Somos más instinto que razón. Por último solo te digo: no te maldigas todo el maldito día porque pospusiste 10 minutos la alarma cuando el sol aún ni salía.
Isidro O’Shea
