Esta historia de Nueva York empieza en un pueblo perdido de Lérida. No. Para ser exactos, esta historia de Nueva York empieza en una casa perdida en la montaña cerca de un pueblo perdido de Lérida.
En esa casa pasé, hace muchos años, una semana de un mes de agosto y conocí a un hombre que hacía esculturas con basura. Paseaba por el campo y los materiales de desecho que encontraba (bolsas de plástico, colillas de cigarrillos, neumáticos rotos, tablones de madera) los convertía en arte. Curiosamente, mis 25 años se entendieron perfectamente con sus 60.
Una noche de tormenta el calor me llevó a salir al exterior y bailar bajo la lluvia, entre los árboles, bajo un cielo poco protector. Al cabo de unos segundos, él estaba bailando a mi lado. Cuando volvimos a la casa, empezamos a hablar por primera vez. Y salió Nueva York. Yo nunca había estado, él varias veces. Cuando vayas, porque un día irás, me dijo, cruza el puente de Brooklyn andando. Pero hazlo al atardecer, cuando cae la noche y los rascacielos empiezan a iluminarse.
Un tiempo después viajé a Nueva York. Por supuesto, crucé el puente de Brooklyn andando. Y, por supuesto, al atardecer.
La sensación de acercarte en la oscuridad a una ciudad cíclope de edificios que poco a poco van iluminándose y aumentando gradualmente de tamaño conforme tú te acercas, hasta finalmente engullirte como si fueran un organismo vivo y arrastrarte a su interior para luego digerirte, es difícil de describir.
He estado en Nueva York dos veces más. Cruzar el puente se ha convertido en un ritual. Impresiona su estructura, dicen que el propietario de un circo lo cruzó con 21 elefantes el 17 de mayo de 1884, un año después de inaugurarse, para demostrar su resistencia. Es curioso que la zona norte de debajo del puente se llame precisamente Dumbo, a pesar de que el nombre no tenga nada que ver con los elefantes, sino que son las siglas de Down Under Manhattan Bridge Overpass- el área une Manhattan con Brooklyn.
No he vuelto a saber nada más del hombre que encontraba valiosa la basura.
En algún lugar sin tiempo, mi yo de 25 años sigue bailando bajo la lluvia.
Pia Chalamanch, 2017

Puente de Brooklyn, fotografía Marc Chalamanch, 2010