Llevo días queriendo escribir sobre la polémica peatonalización de la Gran Vía de Madrid pero se me adelantó Anatxu, con su estupendo artículo publicado en el País, “Peatonalizar o no el centro”. Corto, claro y conciso explicando las virtudes de este tipo de actuaciones y dándonos a conocer proyectos parecidos en otras ciudades. Así que no quiero extenderme mucho en repetir lo que ya está escrito. Resumiendo, “La revolución será peatonal o no será”, los aspectos positivos superan con creces los negativos y nos va la vida en ello, sobre todo la calidad de vida.
Voy a centrarme en la opinión de la gente, al menos los que han paseado estos días por la Gran Vía y han practicado ese deporte de riesgo que se llama “caminar por la Gran Vía el fin de semana”. Porque sí, me fui para allí y me entretuve en charlar con algunos de los peatones para captar la opinión de la calle. La tarde discurrió así.
Más allá de afinidades políticas, la mayoría están encantados con la iniciativa. Ensanchar las aceras en estos días de gran afluencia de público ha permitido caminar de forma, no sólo más cómoda, también más segura. Lo ven como algo necesario y positivo para la ciudad. La mayoría repetirían experiencia, incluso algunos se atreven a pedir la peatonalización completa y definitiva aunque les parece un proyecto sino imposible sí muy difícil, pero no nos animemos tanto. Pocos, aunque algunos de los interpelados, empiezan expresándose rotundamente en contra del “experimento”. Cuando profundizamos en el tema confiesan que la idea les parece positiva pero improvisada y mal ejecutada. Esta idea se repite a lo largo de la tarde y creo que merece la pena prestarle atención más adelante. Sólo una persona se pronuncia totalmente en contra de ofrecer más espacio a los peatones por las incomodidades que puede ocasionar a los conductores. Bueno, “il mondo è bello perche è vario”, qué le vamos a hacer.
Y sí, como habréis podido deducir, yo me posiciono a favor. Ante los transeúntes intenté ser objetiva y no mostrar mi opinión personal pero no debí tener mucho éxito. Una de ellas me aconsejó: “tendrás que ensayar más! Se te nota…” Y ya que he decidido expresar mi opinión empezaré por compartir mi primera impresión. La gente no es tonta, sabe lo que quiere y lo que no. Algunos están informados y conocen las iniciativas en pro de los peatones que se han llevado a cabo en otras ciudades. Son conscientes de que éste es el camino a seguir y repetirían experiencia pero exigen y reclaman mejorías. Una de las ideas que se repiten es que la idea está improvisada y mal ejecutada, un aspecto que merece ser atendido si queremos mejorar de cara al futuro. A favor del Ayuntamiento diré que apruebo la manera de actuar rápida y espontánea. Prototipar ideas y ponerlas en práctica para testear su eficacia, analizar las necesidades o respuesta de la gente así cómo detectar puntos débiles que puedan ser corregidos -todo esto antes de afrontar una renovación a fondo que pueda suponer un coste elevado y sin marcha atrás- es un modo de actuar en la ciudad tan válido como la planificación a largo plazo. Y ya que entramos en materia estos serían los puntos en que yo ajustaría.
La convivencia con otros usos y medios de transporte. Hablo sobre todo del transporte público, bus y metro, así como la bici o las zonas de carga y descarga. Una actuación de este tipo, que apuesta por reducir el uso del coche tiene que venir compensada por un mayor uso del transporte público así como del alternativo. ¿Para cuándo un carril bici en la Gran Vía?!!! Creo además que no sólo hay que estudiar el recorrido, es decir, los carriles, sino también los puntos de interferencia, las paradas. Quizás sería positivo racionalizar las paradas de autobús, asociarlas a las estaciones de metro creando zonas de intercambio eficaces que podrían incluso completarse con servicios para la bicicleta.
La continuidad. El nuevo paseo que se ha creado se ve interrumpido en cada cruce de calle. No quiero decir que se tenga que interrumpir el paso de los coches en cada una de las calles que atraviesan la Gran Vía, simplemente estudiaría mejor estos puntos. Las vallas se cierran en la esquina impidiendo el paso de los peatones obligándoles a retornar a las aceras antes de atravesar el cruce. Se crea un cuello de botella incómodo e incluso peligroso.
La identidad. En este caso diseñar debería consistir en crear atmósfera y entorno más allá de separar coches de peatones. La frontera que se ha dispuesto a base de vallas y cintas plásticas es insuficiente, la nueva zona peatonal no se identifica de manera evidente y la sensación de seguridad y confort es pobre, crea intranquilidad. El diseño debería invitar a la gente a invadir y usar el espacio, no sólo por necesidad si no también por placer. Podríamos incluso ser más ambiciosos, no limitarnos a intervenir físicamente en la Gran Vía sino considerar también el área circundante así como el uso de acciones paralelas basadas en la comunicación y el diseño del entorno. Un buen proyecto de señalización, el uso de mapas, paneles informativos o cualquier otro tipo de acción gráfica podrían ayudar en este sentido.
Probablemente haya muchos otros aspectos a mejorar pero en cualquier caso hay que destacar la valentía del equipo que se ha atrevido a poner en marcha una actuación de este tipo. Madrid, como muchas otras ciudades, tiene en la reducción del tráfico uno de los grandes retos a afrontar no mañana sino hoy mismo. Intervenciones como esta son el camino a seguir pero yo les animaría a ir más allá. No conformarse con buscar la solución al problema sino hacer del caminar Madrid una experiencia que invite y emocione al ciudadano porque en el diseño y creación de las ciudades, buscar la complicidad de la gente es imprescindible. Sin su apoyo, cualquier idea, por buena que sea, estará condenada al fracaso.
Lara Pérez-Porro, 2017