Tras visitar esta magnífica ciudad en cuatro ocasiones, he podido observar el proceso que ha sufrido el ambiente del centro de Kiev durante estos últimos dos años y me permito la osadía de destacar algunas de mis percepciones al respecto.
Antes, nos pondremos un poco en situación. Ahora, los ucranianos están ocupando las portadas de los periódicos y los informativos de televisión. Todo comenzó con una protesta, en noviembre del 2013, contra su presidente y contra las ingerencias de Rusia. El presidente proruso Viktor Yanukovich, se negó a firmar un acuerdo de asociación con la UE deseada por una gran parte del pueblo. Los ucranianos se lanzaron a las calles, protestaron en las plazas, derribaron las estatuas de Lenin y forzaron la huida del presidente. Recordad que en 1991, Ucrania se independizó de la antigua URSS. Desde entonces, Rusia ha tratado de influir en este vasto territorio, unas veces cortando el suministro de gas, otras atrayendo a los políticos.
Ucrania es hoy un país industrial que produce aviones, trenes, coches y carros de combate. Además de sus magníficas tierras fértiles, también tiene gas, pero aun así importa buena parte de esta energía de Rusia.
Hoy el país está dividido entre prorusos, que anhelan los tiempos de la Unión Soviética, y los prooccidentales. Miles de estos últimos tomaron el centro histórico de Kiev e instalaron un inmenso campamento protegido por una fortificación de barricadas, se reunieron durante semanas en la gran Plaza de la Independencia (Maidan Nezalezhnosti, en ucraniano) y su rebelión se ha bautizado como Euromaidan (que significa en ucraniano “Plaza Europa”). Sus protestas iban dirigidas también contra la corrupción de la familia Yanukovich, que pretendía controlar todos los hilos del poder económico, político y mediático. Lo que comenzó como un asunto sobre Ucrania y Europa, se transformó en un movimiento contra el gobierno de Yanukovych.
Un suceso empeoró la crisis al sur de Ucrania, en la estratégica Crimea, donde vive una población de origen ruso que no está de acuerdo con las protestas en Kiev. Se sienten rusos y pidieron ayuda a Putin. Convocaron un referéndum de adhesión a Rusia el día 16 de marzo del 2014. Resultado: el 96% quiere ser parte de Rusia. Los observadores internacionales no pudieron verificar los datos y Crimea sigue bajo control ruso.
Grupos prorusos se siguen enfrentando a grupos que defienden al gobierno de Kiev en diferentes puntos del país. En las elecciones presidenciales del 25 de mayo del 2014 ganó el oligarca y empresario Petro Poroshenko. Promete llevar la paz al país y proteger las zonas en conflicto.
Estos dos últimos años, Kiev ha seguido palpitando, sobreviviendo a tales actos, intentando conjugar la cotidianidad con el conflicto político y social. Todo ello crea inevitablemente situaciones que como poco resultan chocantes o surrealistas.
Kiev sorprende, no deja indiferente, es una ciudad de CONSTANTES CONTRASTES. Una ciudad abrazada en sus alrededores por esos edificios “soviético-austero-funcionales”, que destacan por su funcionalidad mucho más que por su estética, recordando su reciente historia como ciudadanos rusos. Contrastan con el centro, donde todo cambia, percibiéndola como una ciudad completamente europea, con sus edificios monumentales y ostentosos, sus bares y comercios, sus iglesias coloristas, su metro, su consumismo occidental, etc.
Pasear por la calle Kreshchátyk, la calle más céntrica de la ciudad, es como pasear por cualquier calle comercial de Berlín, Madrid o Praga…, entrar en Zara o Benetton, comparar precios y tomar un refresco en una terraza, mientras observas como se pasean los transeúntes: jóvenes “modernillos”, familias, ejecutivos y “mujeres bombón” llenan esta calle que se peatonaliza todo el fin de semana. Y recalco lo de las mujeres bombón, que son todo un fenómeno natural (espero) en esta ciudad. Es un hecho que destaca claramente, es visible desde el primer momento que te mueves por la ciudad, Cualquier día normal, un martes por la tarde, por ejemplo, ellas van, según diría mi abuela “de mil puntas”, con sus zapatos de gran talón, sus vestiditos ajustados, el pelo “de peluquería” y las manos, la mayoría, con artesanía en sus uñas. ¿Cómo deben ir cuando van a una boda? (¡pienso yo!) ¿Por qué hay tantas mujeres-modelo, de medidas y cara perfecta en Kiev? Vale más ir con la autoestima alta, je je je! Un dato importante es la descompensación de la población por sexo. Hay un 70% de mujeres y un 30% de hombres, consecuencia de las guerras pasadas, ¡supongo!
Los coches de lujo, limpios y muy ostentosos, es otro de los fenómenos de la ciudad. Se exponen por todo el centro de Kiev, aparcados sobre las aceras, como si de una feria automovilística universal se tratase, todos, de las más altas gamas que os podáis imaginar.
Todo ello convive con esa clase baja, que debido a la guerra aún más “baja” se ha quedado y no puede hacer más que sobrevivir.
Para las compras tienes las franquicias internacionales a pie de la calle Kreshchátyk y bajo tierra existe todo un mundo comercial de los que no se acaban nunca, con “sus tiendas” y “sus” artículos, da la sensación que puedes encontrar todo lo que desees. Adentrarse en ellos y encontrar la salida deseada sin perderse puede convertirse en una gran aventura, sobretodo para los que tenemos poco sentido de orientación…todo un mundo subterráneo, que contrasta con los lujos del nivel superior.
En nuestro primer viaje, al final del paseo por la calle comercial, llegamos a la plaza Maidan, lugar donde ocurrieron las matanzas de civiles el pasado 2014, allí murieron casi un centenar de personas, estudiantes, civiles y militares… Los francotiradores, de dudosa procedencia (no tengo la suficiente información para aventurarme a afirmar su origen) dispararon desde los edificios altos a la gente en la plaza, había un escenario de músicos para animar a la resistencia mientras duró el conflicto, y un piano de madera pintado con los colores de su tan querida bandera, que dicen, tampoco paró de sonar gracias a anónimos que de manera espontánea, iban armonizando la escena dantesca. Este piano sigue a día de hoy en las calles de Kiev.
Entrar de repente en la plaza, acorazada todavía con barricadas realizadas con palets, ruedas de coche, adoquines desgarrados del suelo y sobretodo el olor a quemado que todavía flotaba, ¡impresionaba hasta lo inexplicable! Los militares, que habían defendido la ciudad durante la revuelta, poniéndose de parte del pueblo y en contra del presidente, se resistían a abandonar su puesto, ropa recién lavada colgaba de sus tiendas de campaña, y los utensilios metálicos para comer, dejaban sus últimas gotas después de ser lavados. Se entreveían la armas y el material bélico que todavía permanecían en el interior de las tiendas y no había rincón sin ornamentarse con diferentes expresiones para homenajear a los que “cayeron” por sus ideales. Un árbol de Navidad presidía la plaza, pero era un árbol diferente al que estamos acostumbrados, la parte verde, había sido reutilizada para construir parte de las barricadas, y la estructura, servía ahora, como tablón de anuncios, se había convertido en un árbol protesta!. La gente atravesaba la plaza para seguir con su rutina diaria, ir al trabajo, acompañar a los niños al colegio… Ellos casi ni se fijaban en el terrible escenario. Unos pocos turistas deambulábamos boquiabiertos ante tal escena dantesca. Los militares nos miraban al pasar, pero no era una mirada violenta, solamente de asombro. ¿Que hacen estos turistas aquí? ¡debían pensar al vernos!
En el tercer viaje, el escenario de la plaza había cambiado, al llegar a ella, los últimos camiones escoba pasaban sus cepillos por sus calles. No quedaba rastro del escenario bélico. Pero la gente no estaba preparada para olvidar todavía… cogieron piedras y yesos y empezaron a plasmar frases de consuelo en el asfalto. Era su último grito de LIBERTAD.
Antònia Genovart, Diciembre 2015
Todas las imágenes de este artículo son de Antònia Genovart