Siempre he pensado que nuestras vidas podrían explicarse por las veces que hemos recorrido las calles de nuestra ciudad escuchando obsesivamente una misma canción.
Por los instantes en que hemos mirado el cielo en vez del asfalto.
Por las sesiones de cine en las plazas y las conversaciones en un bar de madrugada. Por los silencios, en ese mismo bar.
Por los besos en el interior de un coche. Por los besos en la parada del bus. Por los besos en cualquier sitio. En fin, por los besos.
Por los momentos en que nos hemos identificado con una hierba atravesando el cemento.
Por esa tienda que ya no está, pero que estuvo.
Por las miradas conocidas de desconocidos.
Por un mensaje leído en una pared.
Por un mensaje escrito en una pared.
Por una risa que sale de una ventana y que se parece a… pero que al final no.
Esa ciudad tatuada de nosotros. Que nos corre por las venas. Porque así lo hemos decidido. Porque nos consuela las inseguridades al permitir encontrarnos a través de un recuerdo.
Fotografía : Carrer de Pere IV, Poblenou, Barcelona.