La Habana duerme el cansancio de sus ruidos, de su música, de sus gritos. La Habana despierta al amparo de los barrenderos que con sus escobas de paja anuncian suavemente que la vida empezara a correr por sus aceras. El sol se asoma en esta ciudad junto a los primeros ruidos de la cucharilla agitando el azúcar moreno en los jarros de café. El sol se asoma escoltado por bostezos de buenos días, por orgasmos apurados, por razones inexplicables, por las noticias confundidas en las radios de la calle, por la música que regala cada sonrisa que sabes te espera en cualquier esquina.
La gente apura el paso como bailarines de claqué. La gente devuelve en susurros sus ganas de crecer y su ilusión. El ruido de la ciudad enerva. Los vendedores, el claxon de antiguos coches, ladridos de perros olvidados, las caladas para acabar un cigarrillo antes de subir a la guagua. Todo se convierte en sonido, todo se convierte en una rara melodía que te hace sentir que estás en La Habana.
En tanto que el día avanza la banda sonora de la ciudad se hace grande, inolvidable. En cada ventana una canción te invita a un café, en cada puerta una mano repiquetea al compás de los temas de moda. Las gentes se mueven, la música les habita. No hay edades para el ruido de la ciudad. El recién nacido pide a gritos su leche, la vecina agobiada por las ausencias quiere salir volando con el más ruidoso de los aleteos… La vida transcurre de voz en voz, de pregón en pregón. Los motores dejan tras sí un humo negro que se convierte en rumba sonora, en atardecer de lluvia. Las bocas son como vitrolas que repiten canciones si cesar.
La Habana no muere porque tiene ruidos, porque sus ruidos son el corazón que late en sus calles, en el interior de sus casas, en sus cuerpos cansados, en las ganas y la esperanza. La felicidad, si tuviese sonido, siempre sería una canción, y esa felicidad repleta de ruidos es La Habana, aunque sus lágrimas rueden por sus mejillas y la ilusión de la ciudad se confunda con el ruido triste de los adioses.
La Habana se ríe a carcajadas. Llora con gritos desgarradores. La Habana existe con su particular banda sonora en el mundo.
Desde los ruidos habaneros, a 29 de agosto de 2017
Guillermo Torres