MUERTE/VIDA
Filmar a los muertos tiene un precio. Poner una cámara y tratar de mostrar el espíritu de una niña muerta, un indio, un esclavo… es algo que no debe hacerse a la ligera.
Una de las muchachas del crew tiene un zunzún muerto en la mano. La gente del equipo empieza a bromear acerca de que la fuerza de esta chica es tan grande que mata a los animales.
A los pocos días, la misma chica tiene la oportunidad de salvar a un pollito que una gallina ha rechazado. El animalito es puesto bajo un bombillo amarillo, es alimentado y logra ponerse en pie.
EL SUEÑO
Sueño que el rodaje se para detiene por mi culpa. Estamos en una especie de aula en Ciudad Libertad y las cosas no están saliendo como deseo, por lo que decido hacerme el desmayado. Delante de todo mi equipo me desmayo y espero que me recojan, pero nadie lo hace. En el sueño es obvio que todos saben que estoy actuando. El gran farsante. Entonces veo a los actores en una esquina hablando mal de mí. Me da un ataque y empiezo a romper cosas. Lloro. Un ataquito. En otra esquina, el equipo de producción, avergonzado por mi actitud se cubre la cara. Se comenta que por la actitud infantil del director no se ha podido filmar. Una bailarina famosa se burla de mí. No tengo idea que de qué hace en este sueño. El equipo se reúne en una esquina de la cancha de basquetbol y se pone a oír música. Así me evitan. Nadie se acerca a pasarme la manito. Me despierto.

LA MISA
Claudia está parada en el balcón de la oficina filmando con su celular. Estamos esperando la llegada de nuestra protagonista, nuestra Vicenta: Linnett.
Linnett entra por el pasillo y empiezo a gritarle cosas lindas para meterme con ella. Sube las escaleras, nos apretamos en un abrazo y empieza a llorar. Está feliz. Ya está aquí. Tuvo que superar una salida de Paris París (con la amenaza de que cerraran la ciudad), llegar a una cuarentena acá, con su pequeña, sola, en fin. Pero ya está aquí.
Si se llega a demorar un poco más no hay película. Acá quieren cerrar de nuevo. Pero bueno, lo importante es que ella está aquí.
Le presentamos al resto del equipo. Nuestra Vicenta llega y se roba la atención. Es una mujer fuerte, alegre, desinhibida. Compartimos unos tabacos. Nos ponemos al día y del teléfono de la oficina llama a su madrina. La madrina enseguida manda unos baños y unas limpiezas para que todo salga bien.
Me dispongo a hacer las tres limpiezas que han pedido para la casa donde se va a filmar el hogar de Centa. Busco todo lo que hace falta con ayuda de mi equipo. Durante tres Tres días seguidos se hace la limpieza y el martes hay preparada una misa espiritual con Linnett y con Mireya que hace de su Tata.
Despejan mi agenda del martes en la mañana y llego a la misa espiritual que tiene lugar en el edificio López Serrano. La primera imagen que veo me cautiva: dos mujeres negras a contraluz y el mar al fondo. Dejo los zapatos y prendo un tabaco. Enseguida llega la madrina y después de saludar pregunta por una muerta. Alguien entre los presentes está arrastrando con una muerta a la que le falta una pierna. Tratamos de hacer memoria y no, nadie logra acordarse.
Nos sentamos. La empresa es doble: pedir porque todo salga bien en el rodaje y al mismo tiempo observar a estas dos religiosas, hermanas, que tienen una luz y una claridad tremenda.
A los pocos minutos empieza a hablar el espíritu de Vicenta Rosa Rodríguez Benítez, mi abuela, e inspiración de la película. La madrina disfruta, es un espíritu fuerte. Mi abuela empieza a pedir varias cosas, a decir cosas específicas. El espíritu de la madrina también suelta prenda. Se menciona a un hombre alto, cuando en el guion hay un personaje que se llama el “anciano alto” cosa que no tiene porque por qué saber esta religiosa. Se habla de que va a haber una interrupción, pero después todo va a seguir viento en popa. Sale a relucir también que va a entrar una persona de afuera en un cargo importante. Bueno nada, que en ese momento no lo sabíamos, pero todo se iba a cumplir. Exacto. Así.
Al final la madrina sentencia: “Ustedes están yendo para la guerra”.
A los pocos días viene la primera interrupción: el gobierno de la ciudad anuncia nuevas medidas de cierre total, de todo, debido a la pandemia. Para una película que tiene escenas en exteriores y noches esto es un problema inmenso. Un gran problema. Hay que cambiar el plan de rodaje y ver como cómo hacemos esas noches. Hay que filmar en interiores y tener un plan B en caso de que las cosas salgan mal. Hay algunos permisos que todavía no han llegado. Entre Claudia y Olguita organizan la cosa. Sin ellas estaría perdido.
Lo hacen muy bien todo. Tener un plan de rodaje muy desorganizado puede ser un problema para mí, para el fluir actoral y para las situaciones de continuidad y script. Pero lo hacen bien.
Amenazan con cerrar la ciudad y me empieza una picazón terrible. Literal. Me picaba todo el cuerpo. Hacía unos meses yo estaba tratando de ser una mejor persona. Le había Había pedido perdón a las personas que quienes habían tenido que sufrir mi toxicidad. Me había calmado un poco. Me estaba centrando más en mi respiración. Estaba tranquilo. Entré en unas clases de yoga y me iba de maravilla. No sé si fue la estera de yoga, una bolsa de ropa almacenada o mi colchón, pero la cosa es que tenía una gran picazón y en la ciudad había una epidemia de sarna. Además del COVID el país estaba lleno de escabiosis.
Me prometí no subirme nunca más a una estera de yoga.
Una cosa era que la película se parara por “fuerza mayor” por algo gubernamental y la otra era que se detuviera todo porque el director estaba con sarna. La primera noche la picazón era tanta que tuve que dormir en el suelo, desnudo. El frío del suelo me calmaba. La cabeza no me paraba: llevaba más de cinco años loco por filmar una película y ahora, por mi culpa, por una sarna de mierda, se iba a joder todo.
Pensé en quedarme callado y usar camisas de mangas largas. No decirle a nadie. Pero era una “hijeputá” bien grande. En el equipo había mujeres con niños pequeños. La misma Claudia todavía estaba lactando. Lleno de culpa y cagandome cagándome en la madre que me parió llame a Claudia al patio. Nos sentamos en sillas de metal y le dije que tenía cierta picazón. Antes de acabar mi mano derecha me dijo que no hablara más: yo tenía sarna.
Paramos varios días y todos en la mi casa tuvimos que pasar por el tratamiento. Mientras estaba abajo sin hacer nada, arriba en los altos de mi casa, en la oficina, escuchaba a la gente trabajando trabajar. Era un buen momento para aprovechar y adelantar en el story-board que tenía bastante abandonado. No pude avanzar mucho porque el medicamento para la sarna estaba perdido. Un tubito de permetrina estaba por los 700 pesos y éramos varios los que teníamos que pasarnos untarnos la crema.
Estoy a punto de empezar a rodar mi película y en vez de estar creando estaba en una cola inmensa, con un encabronamiento terrible, tratando de conseguir una crema de azufre. No puedo dejar de pensar en la mala suerte que me ha caído.
El rodaje está parado y el ansía ansia que me da me corroe. Siento que voy bajando de peso minuto a minuto.
Con sarna me da por revisar algunas de las películas que tienen tema religioso.
Estudio el filme francés “La aparición” de Xavier Giannoli. La trama gira alrededor de una chica llamada Anna que dice haber visto a la virgen. En un momento, en sus labores diarias, la muchacha llena unos colchones de plumas con la ayuda de unas monjas. El aire se llena de luz y plumitas blancas.
Al finalizar la tarea, Anna ayuda a las monjas a limpiarse las plumitas que se les pegaron en las ropas. Esa entrega, esa devoción diaria en lo que hacen es parecida al espíritu que se necesita para hacer una película. Comienzo a trabajar en una última versión del guion y cambio algunas escenas de un lado para el otro.
En estos días no puedo hacer el amor, no puedo estar con mi equipo, por lo que me meto en un canal místico bien bobo tonto. En una especie de trance empiezo a pensar que estoy como en una capilla en las montañas, sanando, esperando. Mi ofrenda al gran creador es esa: estarme tranquilo.
Si me porto bien por estos días pronto llegará una recompensa. Un momento mágico. Un rayo de luz cargado de plumitas blancas.
Carlos Lechuga
Fotografía del rodaje de Alejandro Acevedo