LÍQUIDOS CORPORALES
Estoy rodando y quiero disfrutar al máximo esta sensación. En un rodaje, el director es el que menos se entera de lo que pasa a su alrededor. Uno está tan centrado en la película, que no tienes tiempo para nada más. La producción y la asistente de dirección se encargan de mantener los problemas alejados para así no perturbarte en el proceso de creación.
Estando en ese estado de no enterarme de nada, al mismo tiempo trato de tener los pies en la tierra y poder ver un poco qué pasa con el equipo. Cuando tengo tiempo me siento en una silla, alejado, y observo.
Es bonito ver cómo se van creando dinámicas: los del equipo de cámara se reúnen entre ellos para almorzar, los de sonido al otro lado. Hay varias “salsas picantes” que van de un grupo a otro. El encendedor de uno de los artistas amanece en la mano de otro del equipo… ¿están durmiendo juntos? ¿Se han creado nuevas parejas en el equipo? Me da un poco de envidia que la gente esté teniendo actividad nocturna. Pero bueno me quito esa idea de la cabeza enseguida: tengo que centrarme en lo mío. Ya bastantes problemas tenemos.
Cada amanecer me hago un playlist musical para llegar con buen ánimo al set. Los temas que más se repiten son: “Hey” de Julio Iglesias, “Coño Negra” de Kimiko y Yordi con El niño y La verdad, unas sonatas que escuchaba Bergman en la isla de Faro, y unas baladitas retro de Journey. Cuando llego al rodaje, del equipo de sonido me recomiendan una versión de “Bichota” post punk y la editora me manda a escuchar “Halo” por LP.
Las jornadas comienzan y mientras espero a que me recojan me paro en el parque de H y 21 cuando todavía es de noche. Una pareja, que todas las mañanas viene a hacer ejercicios, siempre me miran con cierto temor. A veces saludan, a veces no. No tengo tipo de ser un asaltante, pero a lo mejor lo que ven es a un loco, escuchando música, una música bien variada, que no tiene nada que ver una con otra.
En un rodaje es recomendable comer poco. Por lo menos para mí es bien duro ir al baño en el set y tener a todo el mundo esperando mientras el director “hace caca”.
Filmar una película también es tener paciencia. Llegas, preparas la escena, la fotógrafa se pone a iluminar y uno empieza a caminar de un lado a otro, pensando. Hoy ha llegado un joven que quiere aprender y lo único que ve es al director caminando de un lado al otro, haciendo un surco en el suelo, sin mucho más.
Mientras camino, voy de una habitación a la otra, tratando de escuchar lo que habla la gente. Parece que hubo una fiestecita entre los actores. La pasaron bien. En otro cuarto están hablando de un niño que sale en televisión con una voz bien rara. Otro grupito está hablando de otra película. No sé porque me viene cierto recelo. Es como si uno nada más quisiera que se hablara de esta película.
Ya estamos listos. Se dan las voces: ¡Bien! ¡Preparados! ¡Corre sonido! ¡Corre! ¡Corre cámara! ¡Acción! Estoy frente al monitor y tengo que mirar todos los bordes de cuadro sin dejar de mirar lo que pasa adentro. La mayoría de las veces es obvio que sé lo que les quiero decir a los actores, pero hay veces, hay veces que pasa algo que no sé lo que es, y que en tres segundos no me queda claro. En ese momento uno da el corte y se achica detrás del monitor. No quieres ser molestado, pero enseguida alguien pregunta… ¿Se repite?
Uno siente un gran amor por todo el equipo y al mismo tiempo hay un momento que necesitas estar a solas. Todo el mundo viene con muy buenas ideas y tienes que ser capaz de decidir qué es lo que le viene bien a esta película. Cada uno tiene una película en su cabeza y que sea la misma película es trabajo del director. Si el día que la tenías que explicar, en el medio de la preproducción, no lo hiciste bien… más problemas te vienen encima.
Un colaborador me dice que mi problema es que peco de ser bueno. Yo no estoy de acuerdo con él, no entiendo a los directores que gritan en el set, que se enfurecen y tiran cosas. No soy de ese tipo de persona. Creo que el director tiene que tener las herramientas de sacar adelante su idea más allá de lo que esté pasando a su alrededor, y de hacerlo de la mejor manera, a fin de cuentas, las personas están ayudando en tu sueño. Eso hay que valorarlo.
Un amigo que quería ser director de cine llegaba a su casa después de cada jornada de rodaje y se ponía a llorar. No podía, no aguantaba la presión. La única solución que pude encontrar para este socio, el único consejo que le pude dar es que todas esas lágrimas, todos los fluidos líquidos del cuerpo deberían quedar en el set. Ningún director tiene que regresar a su casa a llorar, para eso es mejor cambiar de trabajo. Le conté que yo en “Santa y Andrés” hubo un día que me sentí bien frustrado, pero que, por respeto a la profesión, y a mí mismo, yo no podía regresar a mi casa a llorar. Así que lo que hice fue subirme a una montaña donde no me viera nadie y me masturbé. Mi leche cayó en la arena de la cantera y bajé a hablarle a la persona con la que tenía problemas sin ningún tipo de carga negativa.
Hay tanta gente tratando de hacer películas que cuando a uno se le da la oportunidad, la única manera de hacerlo es disfrutando. Si no, lo mejor es cambiar de trabajo. El día que no disfrutes los problemas del set, lo mejor es perderse.
Ahora mientras escribo me doy cuenta que en este post de hoy se habla de leche, de caca y creo que el trabajo del director también es ese: saber cómo manejar los fluidos de su cuerpo en un rodaje.
En la casa donde filmamos el hogar de Vicenta hay un baño que es para la actriz. Para orinar hay que ir a la casa de apoyo. A veces cuando Linnett se movía, yo corría a orinar allí. A veces descargaba con un cubo de agua, otras no. Era porque no podía perder el tiempo o era vagancia. Son cosas locas que le pasan a uno por la cabeza y eso también es disfrutable.
En cada rodaje bajo mucho de peso. No hay nada peor que regresar después del corte de almuerzo con una pesadez en el estómago. El post pandrial es terrible. Hay que comer poco y al mismo tiempo tratar de no desmayarte. Ser un director de cine también es eso: cuidarse a uno mismo, saber hasta dónde llegar.
Carlos Lechuga
Fotografía del rodaje de Alejandro Acevedo