Existe la idea de que las ciudades son diseñadas por arquitectxs y urbanistxs de la manera que mejor se adapte a los intereses de lxs usuarixs. La realidad suele ser más caótica que eso en ciudades como Managua, capital de Nicaragua, donde las personas construyen según sus recursos y sin expertos. Esta ciudad se comporta además, de una manera volátil y cambiante, la cual sufre transformaciones en función de la política/poder y su movimiento. Cuando esta política afecta los derechos básicos de las personas, suelen surgir diferentes reacciones en el espacio arquitectónico y urbano, de maneras adaptadas a cada situación extraordinaria. Las diferentes reacciones responden desde la necesidad de exigir derechos básicos en una manifestación, hasta el punto de tener que protegerse y refugiarse de la violencia proveniente del Estado.
Lxs arquitectxs parecen ser neutrales frente a la violencia estatal, incluso cuando esta violencia ocurre principalmente en los espacios públicos. Diseñan espacios ubicando los intereses del Estado y de la empresa privada por encima de los intereses de los demás usuarios y agentes, siguiendo la lógica capitalista y colonial que nos moldea. Esta lógica utiliza tácticas como son la circulación limitada y vigilancia tanto en la urbe como en las edificaciones. En consecuencia, lxs arquitectxs llegan a ser partícipes de la violencia estatal debido a estas estructuras físicas y sociales de control, sobre todo en eventos críticos de cambios sociopolíticos, e inclusive pueden llegar a ser cómplices al posteriormente construir con el fin de borrar de la memoria las insurrecciones populares. Pero no tiene que ser así: desde la arquitectura se pueden plantear preguntas difíciles y actuar con responsabilidad y solidaridad hacia las personas más vulnerables.
La insurrección cívica contra el gobierno dictatorial de Daniel Ortega y Rosario Murillo que se experimentó en Nicaragua en 2018 fue un despertar para todxs en el país, un despertar que dejó más de 328 muertes registradas en menos de 6 meses a manos de la policía y turbas pro gobierno. Desde el ámbito de la arquitectura se prestó atención y se tomó nota ya que las ciudades sufrieron transformaciones que no se habían vivido desde la revolución robada de 1979. Con esto en mente quiero hacer la siguiente pregunta:
¿CÓMO CONSTRUIMOS UNA ARQUITECTURA RESILIENTE ANTE LOS GOBIERNOS AUTORITARIOS?
A partir del 18 de abril del 2018 hasta que se prohibieron las manifestaciones contra el gobierno -físicas y virtuales- en septiembre del mismo año, Nicaragua vivió un paisaje de protesta. De este paisaje nacieron varios elementos que se pueden analizar, tales como: las barricadas en los núcleos urbanos, las iglesias como puntos de observación y acopio, los tranques en las principales vías nacionales y transnacionales para parar al flujo económico y vehicular, los morteros como herramienta de alerta sonora, las casas de seguridad clandestinas, entre otros. En el año 2019 se intensificaron iniciativas silenciosas y fugaces de resistencia por parte de la ciudadanía debido a la prohibición de la protesta, como por ejemplo soltar globos por las ciudades con los colores de la bandera de Nicaragua.
Entender estas acciones nos acercaría a comprender cómo responde nuestro entorno urbano y arquitectónico ante la violencia del estado para así aprender, o más bien, des-aprender nuestro papel como arquitectxs y urbanistxs ante la injusticia.
LA BARRICADA
Uno de los primeros usos de la palabra barricada en forma de protesta callejera fue en el ‘‘Día de las barricadas’’ en 1588 en París, Francia, en un levantamiento popular en contra de la monarquía. Se le llama barricada porque las estructuras de obstrucción fueron “barricas” o contenedores de madera. Otro ejemplo histórico lo encontramos en Cataluña, que, al estallar la Guerra Civil durante los años 30, calles como Joaquín Costa (sede de diversas delegaciones sindicalistas, la mayoría formadas por colectivos obreros) se volvieron espacios de barricadas utilizando los adoquines de la calzada.

Figura 1: Barricada en Calle Joaquín Costa, Barcelona. Fuente: Generalitat, archivo.
La barricada funciona mediante el uso de recursos comunicados entre la escala local y la urbana, es decir, entre la calle y el barrio o distrito, así que se tiene que examinar no como un elemento aislado y más como una red conectada de aparatos que necesitan ocupación, coordinación previa y comunicación; algo visible que permite ser invisible. Durante la insurrección de abril de 2018, las barricadas en Nicaragua se convirtieron en un símbolo de resistencia, evocando a la memoria urbana y colectiva ya que fueron mecanismos usados en la revolución contra Somoza en el 79. En el 2018 tanto como a finales de los 70s, las barricadas fueron construidas con diversos materiales disponibles, incluyendo adoquines sustraídos de las mismas calles, algunos posiblemente usados en ambos momentos históricos.
La importancia simbólica y material de las barricadas en Nicaragua comienza aún antes de la insurrección del 79. Después del terremoto de 1972 en Managua, cuando el dictador Anastasio Somoza Debayle se convirtió en el único fabricante de adoquines del país, monopolizando un mercado altamente lucrativo. Tanto por su ubicuidad y significado político-económico, estos mismos adoquines fueron reclamados para las barricadas en la insurrección contra él mismo Somoza en 1979: barricadas construidas por nuestros padres, madres, abuelos y abuelas, quienes en el 2018 aconsejaron a lxs jóvenes en cómo realizarlas de la mejor manera posible.

Figura 2: Guerrillera Sandinista comiendo el almuerzo mientras sostiene su arma en una barricada, Managua, 1979. Fuente: UPI

Figura 3: Muchachos esperando en barricadas con figura de Sandino, Nicaragua, 2018. Foto: ACR.
FUNCIÓN DE LA BARRICADA
¿Qué es lo que se busca con una barricada? ¿qué es lo que detenemos? ¿de qué nos protegemos? De la violencia, en síntesis, pero para entender mejor cómo la barricada responde y funciona, tenemos que tomar en cuenta que la violencia se mueve por medio de muchas formas, entre ellas las velocidades y las alturas.
Violencia y sus magnitudes físicas: Si ejemplificamos la velocidad, la podemos encontrar en cómo la policía y fuerzas paramilitares afines al gobierno se movían para atacar y vigilar a la población, tanto en camionetas -las ya conocidas “hilux de la muerte”- como en motocicletas con el fin acceder a zonas de difícil acceso. Con su velocidad impune dentro de las vías urbanas podían asediar y disparar a los puntos claves de resistencia como las universidades o barrios. En cuanto a las alturas, se puede ver cómo esta misma policía se tomó los edificios de mayor altura a la hora de atacar y vigilar a la población. Un ejemplo es la masacre durante la Marcha del Día de las Madres, el 30 de mayo de 2018, cuando el estadio nacional de baseball se convirtió en el lugar de dónde provenían las balas y paramilitares, llegando a asesinar a 19 personas en el evento.
Usuario: Otro factor importante es ¿quién está en estas barricadas? ¿quién las hace? ¿quién las defiende? ¿por qué estás personas ponen su vida en riesgo para proteger a las demás? Entre estos colectivos podíamos encontrar principalmente a jóvenes y estudiantes en su mayoría provenientes de la clase trabajadora en las barricadas urbanas, y a campesinos, tanto jóvenes como de la tercera edad, en las barricadas de la zona norte y centro del país, zona con gran actividad agrícola. Esto nos muestra un claro traspaso de la infraestructura de clases hacia el funcionamiento activo de las barricadas, dónde la clase obrera y campesina es quien pone el cuerpo al momento de proteger a toda una ciudad, barrio o espacio ocupado.

Figura 4: Configuración Urbana de la Barricada. León, Nicaragua, 2018. Fuente: Anónimo.
Entendiendo la naturaleza del comportamiento en grupo de estos dispositivos (co-relación de red y/o capas entre cada artefacto individual), se es capaz de deducir que su mayoría poseen la función de proteger un núcleo de mayor importancia para los grupos en resistencia: como son los barrios, centros de acopio, puntos de asistencia médica solidaria ubicados en casas particulares, negocios, iglesias, y/o las universidades ocupadas por estudiantes.
UNIVERSIDADES OCUPADAS
La diferencia entre estar rodeado de un barrio pro o crítico al gobierno era crucial en este momento vital del levantamiento cívico. Los asentamientos o barrios en algunos casos funcionaron como una capa de protección espacial de las universidades ocupadas por movimientos estudiantiles anti-gobierno. Casos prácticos de esto son la UPOLI y la UNAN, ambos recintos ubicados en la capital.
La UPOLI (Universidad Politécnica de Nicaragua), ahora tomada por la dictadura y renombrada como UPN (Universidad Nacional Politécnica), fue la primera universidad efectivamente ocupada durante la resistencia de abril, en la cual con ayuda de los vecinxs se construyeron barricadas en un radio de 5 kilómetros. Ubicada dentro de un barrio de clase trabajadora donde lxs vecinxs apoyaron con alimentos y medicina a lxs estudiantes, pero también desde la calle cada vez que la policía atacaba. Como relata un estudiante:
“Alrededor de la una de la tarde los vecinos comienzan a llevarles agua, hielo, comida (…) teníamos agua, medicinas, mascarillas, (…) empezaron a crearse casas (de) acopio porque la gente empezó a llevarnos tantas cosas que no podían estar en la calle”.

Figura 5: Análisis UPOLI, Nicaragua, 2023. Diseño: Anónimo.
El caso de la UNAN (Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua) es diferente. Debido a su gran tamaño, está rodeada de una diversidad de vecinxs, barrios ligados al gobierno, residenciales y repartos de clase media, y algunas de las principales arterias viales de Managua. Su ubicación produjo una mayor dificultad a la hora de sostener la ocupación, tanto por sus elementos circundantes, como por la trama urbana dispersa en la que se encuentra. Todo esto daba apertura al paso directo y a gran velocidad de vehículos policiales o hilux de la muerte a horas de la madrugada con el fin de disparar el recinto. En comparación, la UPOLI se encontraba en una retícula, lo que permitía mayor control de entradas, salidas y puntos estratégicos.

Figura 6: Análisis UNAN, Nicaragua, 2023. Diseño: Anónimo.
Estas diferencias urbanas significaron variaciones en la escala y cantidad de barricadas que protegían ambos recintos. Alrededor de la UNAN se levantaron barricadas sobre las vías principales que comunican al recinto universitario con la ciudad, como la pista Jean Paul Genie o la pista Suburbana. Estas barricadas se ubicaban en puntos sucesivos, en diversas alturas, extensiones y distancias entre sí, adaptándose a las características de cada punto de acceso con el fin de transformar regresivamente la velocidad de los ataques.
DE/CONSTRUYENDO NUESTRO ROL
Las características materiales de la barricada, su repetido uso histórico en distintas insurrecciones de Nicaragua, su uso estratégico y generalizado en los diferentes frentes de resistencia en las protestas del 2018 y su uso específico en la ocupación de dos de las universidades principales del país, me llevan a preguntarme:
Como profesionales encargadxs de velar por lxs usuarixs de las urbes y sus infraestructuras, practicando nuestro oficio en un contexto político social como Nicaragua, ¿Cómo nos preparamos para un estallido popular? ¿Asumimos que no volverá a suceder? Como arquitectxs y urbanistas, ¿podemos integrar estas necesidades político-materiales que nacen de reacciones sociales a la hora de diseñar?
Para ser capaces de contestar estas preguntas deberíamos de pensar la arquitectura de forma más interpretativa, entendiendo su rol en contra o a favor tanto de la sociedad en protesta como del gobierno a la hora de reprimir. Con el fin de entender las demandas del pueblo y sus dificultades en el proceso de reclamarlas, pero también para esto es necesaria una visión forense para utilizar las heridas en los edificios y ciudades como evidencia de la violencia realizada por el gobierno.
Desde el 18 de abril, muchas personas y colectivos de diferentes clases y ámbitos apoyaron la lucha y resistencia civil de diferentes maneras, incluyendo al arte y lo visual como herramientas para demostrar el repudio al régimen de Ortega-Murillo. Entre los recursos generados por diferentes grupos de arquitectxs se encuentran infografías sobre la morfología y la lógica urbana de las barricadas, memoriales móviles para las víctimas de la represión y hasta una guía paso a paso de cómo realizar escudos de autoprotección reutilizando baldes de basura. Todo esto son ejemplos de la capacidad y creatividad que puede surgir desde este campo para poder ayudar y aportar a la resistencia popular.

Figura 7: Detalle de una barricada, Nicaragua, 2018. Diseño: Anónimo.
Desde nuestro papel de arquitectxs debemos tener presente en nuestro imaginario estos distintos escenarios urbanos a la hora de proyectar y practicar. Pensar una ciudad sin levantamientos sociales es normalizar el arrebato de nuestros derechos básicos de libre expresión y agencia política, es sostener la idea de que en una ciudad perfecta no hay disenso, y apoyar que este falso ideal se mantenga a punta de represión estatal. Un objetivo principal de nuestra agenda debería ser la desprivatización y colectivización del espacio público, espacio que en nuestro caso los orteguistas, utilizando simbología, cárcel y violencia tanto física como psicológica, nos han venido arrebatando. A través de estos cambios de perspectiva, también podemos comenzar a entender el trauma y las heridas debido a la colonización, injerencia y activa extracción en los territorios que conforman a Nicaragua.
Iniciar por cuestionar el rol de la arquitectura en estas situaciones es de gran importancia, pensando y debatiendo qué tipo de soluciones estamos planteando ante la violencia. ¿Cómo logramos un urbanismo que no sea cómplice de la violencia de estado aguda, ni de la violencia sistémica hegemónica?

Figura 8: Análisis urbano de una barricada, Nicaragua, 2018. Fuente: Anónima.

Figura 9: Análisis urbano de una barricada, Nicaragua, 2018. Fuente: Anónima.
Con todas estas interrogantes, es clave indagar en cómo realmente funcionan nuestras ciudades y quién tiene acceso a su diseño y manejo, pensando en nuevas formas de reivindicación del derecho al espacio público desde una perspectiva reparadora y redistribuidora. Rechazando también los procesos de planificación que hemos establecido hasta el día de hoy, como lo son la regulación, la idea ficticia del desarrollo, la segregación y la propiedad privada. Hay que hacer frente a estos factores que nos están controlando, en lugar de acuerparnos. El objetivo es lograr que el pueblo sea quien tiene el control absoluto de nuestras ciudades porque al final solo podemos confiar en nosotrxs mismxs. ¡Solo el pueblo salva al pueblo!

Figura 10: Barricadas protegiendo a la UNAN, Nicaragua, 2018. Foto: ACR.
El autor es arquitecte nicaragüense.
Este artículo fue escrito y publicado originalmente en el Havana Times en el año 2018. A 5 años de la insurrección de abril y con una perspectiva de memoria, ha sido revisado y editado para reflejar la continuidad de la violencia de Estado que se continúa viviendo en el país: impunidad, persecución, censura, destierro y cárcel.