El libro del clima editado por Greta Thunberg (2022, en español: Lumen) constituye una excelente enciclopedia sobre la catástrofe climática y sobre la catástrofe ambiental más en general. Escrito con la colaboración de decenas de expertos abarca desde la historia, a las ciencias, a cuestiones de política, economía, comunicación y estrategia. La lectura es ágil, aunque por supuesto tremendamente inquietante. Un recurso muy recomendable para tener una perspectiva amplia y compleja de nuestra condición global actual.
La parte final más dedicada a activistas es seguramente más optimista o esperanzadora que las primeras tres cuartas partes en que se describe y analiza la problemática desde múltiples perspectivas y aproximaciones. Entre las varias contribuciones del último cuarto del libro transcribo ésta de Seth Klein que me llamó particularmente la atención, de la sección Ahora tenemos que hacer lo que parece imposible.

UNA RESPUESTA REAL A LA EMERGENCIA, por Seth Klein (pp. 375-377)
Hace casi medio siglo que sabemos del calentamiento global. Ante ello, hemos agotado el tiempo con debates que desviaban la atención sobre los cambios graduales que podíamos emprender. Después de tantos años de palabrería, ¿cómo saber que un gobierno entiende en verdad la crisis climática y ha pasado a la fase de emergencia?
Durante los últimos años he escrito sobre cómo mi país, Canadá, ha respondido a diferentes emergencias. En la historia de nuestra experiencia de la Segunda Guerra Mundial veo un recordatorio provechoso de que esto ya lo hemos hecho. Giramos a una velocidad notable frente a una emergencia. Con independencia de la clase, la raza o el género, nos movilizamos a favor de una causa común para enfrentarnos a una amenaza existencial. Y al hacerlo conseguimos remodelar por completo nuestra economía; dos veces, de hecho, una para aumentar la producción militar y la otra para convertirla de vuelta a los tiempos de paz; y todo en seis años. A través del estudio de las movilizaciones históricas de Canadá, he identificado cuatro marcadores que un gobierno ha pasado a la fase de emergencia. Con respecto a la emergencia climática, es evidente que nuestros gobiernos han fracasado en los cuatro aspectos.
1/ GASTAR LO QUE SEA NECESARIO PARA GANAR
Una emergencia obliga a los gobiernos a abandonar la austeridad. Los desembolsos del gobierno canadiense durante la Segunda Guerra Mundial fueron muy diferentes a los que se hicieron antes o después. La deuda del país con respecto al PIB al final de la contienda continúa siendo un máximo histórico. Cuando a C.D. Howe, entonces ministro de Armamento y Provisiones, se le preguntó acerca de ese aumento en los gastos, contestó con una frase que se hizo célebre: «Si perdemos la guerra, nada importará: […] si la ganamos, el coste seguirá sin tener consecuencias y se habrá olvidado».
De manera parecida, durante la pandemia de la COVID-19, el gasto del gobierno aumentó de manera espectacular, y la relación de la deuda de Canadá con respecto al PIB pasó de alrededor del 30 al 50 por ciento e un solo año. De casi toda esa deuda se hizo cargo el Banco Central, que durante la mayor parte del primer año de la pandemia compró 5.000 millones en valores por semana para financiar la respuesta a la emergencia. Sin embargo, en comparación, el gasto del gobierno en la acción climática e infraestructura verde palidece. Hoy asciende a unos 7.000 millones anuales. El antiguo economista jefe del Banco Mundial, Nicholas Stern, ha dicho que los gobiernos deberían gastar el 2 por ciento de su PIB en esfuerzos climáticos, lo que en términos canadienses serían unos 40.000 millones al año. Nuestro gobierno no está simplemente gastando un poco menos de lo que debería ante la emergencia climática: gasta menos por un enorme orden de magnitud.
2/ CREAR NUEVAS INSTITUCIONES ECONÓMICAS PARA QUE EL TRABAJO SE HAGA
Durante la Segunda Guerra Mundial, partiendo de casi nada, Canadá produjo aviones, vehículos militares, buques y armamento a una velocidad y una escala pasmosas. Durante la pandemia fuimos testigos de cómo gobiernos de todo el mundo hicieron algo similar, creando nuevos programas de apoyo a un ritmo inimaginable. Gracias a ello, la población recibió tests, vacunas y servicios sanitarios en una magnitud sin precedentes. Si nuestros gobiernos entendieran realmente la emergencia climática como tal, efectuarían con rapidez un inventario de nuestras necesidades de conversión para determinar cuántas bombas de calor, dispositivos solares, parques eólicos, autobuses eléctricos, etcétera, necesitaríamos a fin de electrificarlo prácticamente todo y acabar con la dependencia de los combustibles fósiles. Después establecerían una nueva generación de empresas públicas para asegurarse de que esos productos se fabricasen y distribuyesen a la escala requerida. También crearían un programa económico nuevo y audaz para catapultar el gasto en infraestructura climática y en programas de nueva capacitación laboral.
3/ PASAR DE POLÍTICAS VOLUNTARIAS Y BASADAS EN INCENTIVOS A OBLIGATORIAS
Durante la Segunda Guerra Mundial hubo racionamiento de bienes y todo tipo de sacrificios. Durante la pandemia de la COVID–19 nuestros gobiernos emitían órdenes sanitarias y cerraban partes ni esenciales de nuestra economía. Pero con la emergencia climática, no ha pasado nada similar.
Hasta la fecha, casi todas las políticas climáticas han sido voluntarias. En Canadá, fomentamos el cambio con incentivos y reembolsos. Enviamos señales en los precios. Pero no exigimos el cambio. Y nuestras emisiones de gases de efecto invernadero no se han reducido, simplemente, se han mantenido.
Si hemos de cumplir con los objetivos de los gases de efecto invernadero que hay que alcanzar de forma urgente, necesitamos establecer fechas claras y cercanas en que se extinguirán determinadas cosas. Hemos de declarar que a partir de 2025 no será legal vende vehículos nuevos que quemen combustibles fósiles. Hemos de obligar a que no se permita que los edificios de nueva construcción utilicen gas natural u otros combustibles fósiles ya desde el próximo año. Tendríamos que prohibir la publicidad de los fabricantes de estos vehículos y las gasolineras. Sólo así dejaríamos claro que esto es grave.
4/ CONTAR LA VERDAD ACERCA DE LA GRAVEDAD DE LA CRISIS
En la frecuencia y el tono, en las palabras y la acción, es necesario que las emergencias parezcan y suenen y se sientan como tales. Los dirigentes políticos de la Segunda Guerra Mundial eran comunicadores excepcionales que se mostraban francos con la opinión pública acerca de la gravedad de la crisis, y aún así conseguían transmitir esperanza. Sus mensajes eran amplificados por unos medio de comunicación que sabían de qué lado de la historia querían estar y por un sector de las artes y el espectáculo ansioso por congregar al público. Sin embargo, nada de esa lógica y coherencia está presente con respecto a la emergencia climática. Cuando nuestros gobiernos no actúan como si la situación fuese una emergencia (o peor, cuando envían mensajes contradictorios al aprobar nuevas infraestructuras de combustibles fósiles), comunican a la opinión pública, de hecho, que no se trata de una emergencia. ¿Dónde están las ruedas de prensa regulares sobre cómo se le está haciendo frente? ¿Dónde está la publicidad gubernamental para aumentar el nivel de «cultura climática» de la sociedad? ¿Dónde están los informes diarios de los medios de comunicación que nos expliquen cómo se desarrolla esta lucha por nuestra vida en nuestro país y en el extranjero? Si los líderes políticos creen que a lo que nos enfrentamos es una emergencia climática, entonces es necesario que actúen y hablen como la maldita emergencia que es.
Una última lección de tiempos bélicos: cada gran movilización se acompaña del compromiso de que no se dejará a nadie atrás, de que la vida después de la lucha será más alegre y justa. La movilización por el clima ha de incluir una garantía de puestos de trabajo para todos, y una transición justa para todos aquellos cuyos medios de vida se hallan ligados a la industria de los combustibles fósiles o que viven en primera línea de la crisis climática, como parte de un compromiso para afrontar la desigualdad.
COMENTARIO FINAL
Seth Klein lo plantea como unas preguntas, pero se lee con facilidad como una demanda a nuestros gobernantes. Sería necesario que los partidos menos «petrosexoracistas», como diría P.B. Preciado, asumieran algún tipo de propuesta política similar a la que hace Klein. Y es como dice, se trata de una «emergencia». Si la biosfera se deteriora tan gravemente como las evidencias científicas parecen indicar, no deja uno de preguntarse qué pensará la población del futuro, nuestros hijos y nietos, de los grandes responsables de todo esto: las grandes empresas energéticas y relacionadas, los políticos…
José Pérez de Lama Halcón
Referencia
Seth Klein, 2022, Una respuesta real a la emergencia, en Greta Thunberg (editora), 2022, El libro de clima, Penguin Random House – Lumen, Barcelona, (pp. 375-377) about:blank
Artículo publicado en su blog personal Arquitectura Contable el 29 marzo de 2023
