Reflexionando en voz alta con mi amiga Normita Corrales, caímos en cuenta que por esperar el momento adecuado o quizás por lo veloz que transcurre la vida, no preguntamos cosas que deberíamos saber. Ya sea por curiosidad o por memoria colectiva tendríamos que conocer el color que alguien prefiere, o cómo le gustan los huevos fritos, o qué canción le ha hecho llorar. Una simple pregunta puede hacernos comprender el por qué de las cosas. Qué locura confesar que me gusta el verde en contraste con los ocres, y que los grises calman la sed. Que un huevo frito tiene que poder mojar el pan y que el tocinillo del cielo sacia mi paladar como ningún otro postre. Que caminar sin destino fijo es el más interesante de los viajes y que una brújula sólo nos hace esclavos del rumbo. Que las camisas son más cómodas que las camisetas y que los elásticos de los pantalones se rinden a la gravedad. Que un beso sólo ha de ser algo deseado y que la amistad ha de ser para siempre. Que los frijoles negros fríos con tomate verde es lo mejor en una tarde de ciclón en casa de tu suegra y que una mujer en tacones gana cualquier batalla. Que el rojo en los zapatos te da seguridad y fabricar algo te convierte en inolvidable. Que la creación te hace sublime y que un papel en blanco merece palabras. Que los cientos de razones que existen para amar no valen de nada si no tienes a quien, y que una ola puede ser como un aguacero salado. Que la soledad siempre tiene un nombre, y que te sorprenda la noche bajo una farola es maravilloso a pesar de que la luz amarilla te haga parecer triste.
Todos los motivos deben ser preguntados porque cada uno tiene una razón. Amanecer o vida. Luciérnagas o mariposas, o quizás gusanos de seda. Desayunos o tertulias vespertinas. Encuentros casuales o búsqueda de alguien. Cómo llegar o esperar que te lleven. Sonreír siempre con un motivo o porque simplemente vale la pena. Callar o abrirse el pecho, o regalar canciones. Es justo aquí cuando nos detenemos sin pensarlo, y nos convertimos en camino, en mar, en el comienzo de todo.
La Habana, 13 de enero 2019.
Guillermo Torres
