Mis sueños infantiles entre sombras chinescas, pescadores enjutos y barcas sobre finos espejos convertidos en extensos lagos fueron el primer motivo que me llevó a China, el resto fue inducido por la desastrosa Revolución Cultural, los campos de arroz, Margarite Durás, las camisas de cuello Mao, la Ciudad Prohibida, las sombrillas de papel con delicados dibujos y el desesperado amor de “M. Butterfly” entre René Gallimard y Song Liling.
Mi estancia transcurrió entre Pekin y Shanghai, y en cercanos pueblos a los que llegaba en busca de algo más del pasado. Excepto la pasión de la Durás y el amor de Gallimard y la cantante de la ópera Song, descubrí y encontré lo maravilloso de este país y de sus gentes, su cultura, su ancestral pasado, sus huellas, el sutil peligro de algunos de sus barrios y, sobre todo, la inmensidad.
Mis ojos y la lente fotográfica competían en acaparar imágenes, pero existen hechos que no alcanzamos a ver, o que a veces dejamos de lado porque reconocerlos nos haría considerar toda la historia. El tiempo ha transcurrido y ayer dediqué parte de la noche a revivirlo viendo un documental de facturación china sobre la pena de muerte, realizado a partir de las entrevistas a condenados a morir de una afamada periodista. Partimos de que una vez dictada sentencia, la ejecución tiene lugar en siete días (nada de corredor de la muerte). Luego de una especie de acto de arrepentimiento se les deja ver a sus familiares, atados de manos a cuello y encadenados de pies, y según se ve en las imágenes a cierta distancia, pues los familiares daban sus mensajes a gritos. Esto es el preámbulo de un último paseo por la ciudad en un camión descubierto y con un cartel a sus espaldas con su nombre y el delito cometido, a manera de aleccionamiento para la población. La gente se reúne en las calles para verlos pasar al encuentro de un disparo o una inyección letal. Hasta aquí llamémosle que es la forma de justicia del gobierno, pero hay algo que para mí representa lo inaudito. Existe la posibilidad de un aplazamiento de la ejecución por dos años, siempre y cuando el condenado no cometa ningún otro delito, pero para llegar a este punto es necesario que la familia de la víctima perdone, entienda o qué sé yo, al o a la delincuente y los motivos de su delinquir. Esto se hace mediante la visita de la familia agresora a la casa de la familia víctima. Llantos, clamores, rezos y gestos desesperados crean una escena desconcertante a la vez que grotesca. En algunos casos llegan al entendimiento, y la familia agresora indemniza económicamente a los que tristes extienden la mano en busca de miles de yuan. Es como una mala versión china de kabuki. Una vez concedido el perdón se da otro veredicto donde se condena al delincuente a cadena perpetua.
Las condenas a muerte en China son numerosas, aunque actualmente se plantea disminuir las razones o delitos por los que ser condenados, e incluso a pesar de considerar que el país no esta preparado aún para abolir la pena de muerte, se habla en los altos sectores jurídicos de una futura derogación de la ley.
Hay algo en el documental que me llamó la atención, era como ver una película sobre hechos del pasado, y esta actualidad contrasta demasiado con el desarrollo tecnológico y la primacía que vuelve a tener China en el mundo. Dictadura y cruel realidad van de la mano de una evolución que se sustenta en más que evidentes muestras de involución.
Se me rompen los esquemas sobre la pasión encontrada por Margarite Durás y René Gallimard y crujen los finos espejos que convertidos en lagos me hicieron viajar por China durante mi infancia.
Cuando cogía el tren para trasladarme al pasado de China e iba de pueblo en pueblo en su búsqueda, no pensaba que estas encerradas imágenes me lo iban a poner tan fácil. Aclaro que no es mi intención debatir sobre la pena de muerte, es una simple razón más. China es como un constante viaje al pasado, aunque rodeados de modernos artilugios reproducidos o copiados, y envueltos en una estridente música electrónica, casi logren vendernos su imagen de modernidad.
El programa “Entrevistas antes de la ejecución” tiene una audiencia de 40 000 000 de personas. Ding Yu, periodista que lo realiza, ha entrevistado a más de 240 condenados (hombres y mujeres mayores de 18 años). Entre los motivos para ser ejecutados: falsificación de dinero, atraco a mano armada, homicidios, tráfico de reliquias budistas, conspirar contra el orden público. La propuesta de reducir dichos motivos incluye 13 causas no violentas relacionadas con asuntos económicos.
A juicio de muchos, Ding Yu juzga e insulta a los reos. Por otra parte se le ve escuchar e intentar comprender, que no justificar, los hechos. Uno de los condenados le pidió darle la mano, ella dudó. Finalmente deslizó su dedo corazón por la punta de los dedos de uñas sucias del hombre, como más adelante la entrevistadora apunta: sus uñas estaban muy sucias. Qué esperaba, una mano con la manicura recién hecha.
¿Una estrategia más del gobierno para ejercer control mediático sobre el pueblo?
China es un país de marcados contrastes… El filme M. Butterfly al que hago referencia relata una historia en la que se basó David Henry Hwang para escribir primero la obra de teatro y luego el guión de la película, y que tiene lugar en los años 60. Bernard Boursicot, un muchacho francés que trabaja como asesor en la embajada de su país en Pekín, conoce a un joven chino llamado ShiPei Pu, actor de la ópera, que hace creer a Bernard que realmente es una mujer disfrazada, porque su padre quería un hijo varón (en la ópera de Pekin los personajes femeninos son interpretados por hombres). Ambos inician una relación sentimental que termina llevándolos a vivir juntos en París como una familia corriente, pues Pu simuló haber sido madre durante un viaje de negocios de Bernard. Fueron arrestados por el gobierno francés por haber pasado documentos secretos a los servicios de inteligencia chinos. El caso fue todo un espectáculo en su momento: un francés casado con un chino, padres de un misterioso bebé, detenidos por traición… Ninguno de los dos llegó a cumplir la condena impuesta, y no volvieron a estar juntos. Bernard vive todavía aunque intentó cortarse el cuello en la cárcel, mientras que su peculiar pareja falleció en 2009. Según Cronenberg (director del filme) Bernard quedó encantado con su película, no por la fidelidad a los hechos pues se toma muchas licencias, sino por hacerle revivir la atmósfera y los sentimientos de aquella época.
Quizás historias como esta, los cuidados jardines chinos y el cielo repleto de cometas iluminadas sobre la plaza de Tian’anmen son las que nos hacen querer ver un sólo lado de China, sus leyendas y costumbres milenarias.
Aclaración. Este artículo se aleja de toda influencia de opinión relacionada con la pandemia que nos azota y que de hecho se originó en China. En la actualidad, las causas o delitos para ser condenado a la pena de muerte por el gobierno chino han disminuido de 68 a 55 razones.
Guillermo Torres