I.
Uno de los fenómenos más inquietantes ocurridos al fundirse modernidad y capitalismo ha sido la transformación de la realidad, de tal manera, que ya no puede ser leída en los rostros humanos, sino que debe ser traducida en funciones económicas abstractas e impersonales para ser efectiva. Esta operación, identificada por Roberto Schwarz, sintetiza a la vez, otra de las discusiones con las que el marxismo ha tenido que habérselas, y que ya se encuentra, en El capital. Nos referimos a la cuestión de la representación y la presentación.
Las entradas privilegiadas para abordar esta cuestión, han sido las diversas rutas que se han construido para determinar los elementos constitutivos de una interpretación de la totalidad como principio epistemológico. Lukács, Kosik, Lefebvre, Sartre, entre otros, ensayaron distintas maneras de actualizar en el siglo XX aquellas discusiones que perfilaron el punto antagónico, entre los principios de la economía política liberal y un Marx -que a mediados de siglo XIX- ya se encontraba en una madurez intelectual suficientemente robusta, como para romper con los resabios de una interpretación ricardiana del valor, y además, construir una crítica de los nexos internos básicos de aquello que denominó moderna sociedad burguesa.
Sin embargo, la complejidad del debate del siglo pasado no se encuentra, necesariamente, en la discusión con la epistemología más radical de la economía neoclásica, derivado en el antagonismo totalidad-metódica/individualidad metodológica, sino que al interior del propio marxismo como proyecto moderno.
Cuando en dialogo con Lenin, Voloshinov planteó que el signo no solo refleja sino que también refracta lo real, se encontraba en condiciones de hacer una crítica radical de aquella idea de época, que sostenía que la conciencia refleja de manera inmediata la realidad, abriendo con ello un campo privilegiado para la “lucha de signos” y el problema de la representación. No obstante, continuó atrapado en una interpretación canónica de la ideología y del fetichismo, donde la realidad podría desaparecer en una falsa conciencia, siendo el mundo, a la vez, una forma fenoménica e invertida de lo real. La relación entre realidad y forma fenoménica, expuesto de esta manera, parece abrir un camino sin retorno -no solo en Voloshinov, por cierto- a una lectura ontológica (transhistórica) de lo real, que culmina, después de una largo trecho, en Heidegger.
La distinción entre Realität y Wirklichkeit, que en castellano traducimos por realidad, conserva cierta actualidad en discusiones epistemológicas contemporáneas. Wirklichkeit (realidad efectiva) al poner el énfasis en una dimensión subjetual, en la relación sujeto-objeto, nos permite pensar lo real como una consecuencia de condiciones constituidas a partir de la relación inmanente entre capitalismo y modernidad, en tanto relación históricamente determinada. Realität en cambio, nos permite solo pensar lo real como una única realidad en sí misma constituyente. En la crítica de la economía política esta discusión constituye un elemento basal.
El descubrimiento marxiano del trabajo como categoría específicamente capitalista contiene dos momentos constitutivos, a saber, el trabajo abstracto y el trabajo concreto, los cuales refieren a la cualidad bifacética de la mercancía, esto es, el valor y el valor de uso, respectivamente. Trabajo y mercancía, pero también valor, dinero y capital, constituyen los elementos básicos de mediación moderna. Moishe Postone en su célebre Tiempo, trabajo y dominación social, ha contribuido a pensar cómo estas categorías constituyen modos de objetividad y subjetividad social. Lo novedoso de este ejercicio es proponer un marco para la comprensión de ambos modos desde Marx, a contrapelo de las críticas de Foucault y sus seguidores contemporáneos. En este punto, Postone y otros forman parte de un dialogo más amplio, abierto por las re-lecturas de Marx, retomando el trabajo realizado en los Grundrisse y en El Capital.
II.
Es posible reconstruir una teoría de la dominación social en Marx a partir de las formas sociales (categorías y conceptos) que sostienen la teoría del valor y que soportan la argumentación trazada tanto en los Grundrisse como en El Capital. Estas formas sociales funcionan a la vez como formas de objetividad y subjetividad social subordinadas al capital, de manera abstracta e impersonal. Al ser el capital -como relación social- premisa (Marx, 1945, p. 443) del modo de producción capitalista y de la sociedad moderna, no es posible pensar por separado la relación entre el capitalismo y la modernidad.
Este argumento, más o menos conocido y completamente actual, no ha sido del todo articulado con las formas de mediación social para la producción y reproducción del capital en sentido epistémico. En su reducción lógica, pensar esas mediaciones, requiere (re)pensar el espacio-tiempo moderno.
Aun cuando el proyecto de Sohn-Rethel (2001) tiene un fin distinto respecto a lo trazado aquí, puede ser de gran utilidad cuando incorpora la categoría abstracción real para la comprensión de los términos que supone la dominación social abstracta, al subrayar que la esencia de la abstracción mercancía no es un producto del pensamiento y que, más bien, encuentra sus orígenes en los actos. Según Sohn-Rethel, el concepto económico de valor es una abstracción real (Cfr. Sohn-Rethel, 2001, p. 28) porque, si bien existe analíticamente en el pensamiento, no brota de él: su origen es social y se encuentra en la esfera espacio-temporal de las relaciones sociales. De esta manera, no son los seres humanos los que producen las abstracciones sino que sus acciones y, por extensión sus relaciones, habría que agregar. Cabe aquí hablar de producción espacio-temporal. Las relaciones sociales capitalistas se realizan porque no hay alternativa para resolver de otra manera el mundo de la vida moderna: no es la vida una realización del capitalismo, las relaciones mercantiles ingresan al mundo de la vida cotidiana de manera generalizada con el capitalismo. El capital ha encontrado en la modernidad el potencial completo de su realización[1].
Este grueso problema no lo abordaremos. Solo nos interesa agregar, que para entender a Marx y su crítica de la económica política y, deducir modos de subjetivad y objetividad social, se debe considerar, siguiendo a Sohn-Rethel, la abstracción mercancía y la abstracción valor como abstracciones reales que resultan de una actividad espacio-temporal (Cfr. Ibíd) producida por el capital y extendida modernamente como realidad efectiva. La proyección completa del argumento que planteamos debería mostrar cómo se articula la dominación social abstracta del capital y las transformaciones espacio-temporales. Acá solo dibujaré una parte del argumento desde el registro espacial.
En efecto, la relación capitalismo-espacialidad-temporalidad constituye un vértice en la explicación constitutiva de la lógica del capital. En general el pensamiento crítico, incluido el contemporáneo, ha tendido a la separación del registro temporal respecto del registro espacial. Entre otros, autores que podríamos llamar clásicos en estas temáticas, como Lefebvre y Harvey, han situado a contrapelo una clave interpretativa del capitalismo en el espacio-tiempo como una totalidad orgánica, inseparable e inmanente a la modernidad.
Siendo la dominación abstracta una subordinación a estructuras impersonales y cuasi-independientes, a saber, el valor y el capital incorporado en el trabajo social determinado por la mercancía, esta se expresa como una dimensión espacio-temporal en tanto que el tiempo de trabajo socialmente necesario es una necesidad social cuasi-objetiva (Cfr. Postone, 1993) como gasto de tiempo de trabajo abstracto. Por otro lado, el espacio funciona a la vez como extensión territorial y vinculo social del capitalismo, es decir, como espacio geográfico y relación social de reproducción del capital, respectivamente. Si bien Marx no abordó esta relación explícitamente, sí lo hizo por separado tardíamente desde 1857 en adelante, con especial énfasis en la dimensión temporal y cuantificable de las formas sociales.
III.
La complejidad del vuelco hacia el espacio-tiempo y su relación con las formas sociales para comprender el carácter de la dominación abstracta, nos invita a repensar algunos de los usos conceptuales del espacio y el tiempo en la producción teórica tardía de Marx. Hay distintos modos de presentación de las categorías de espacio y tiempo tanto en, que refieren a las formas sociales que articulan la dominación abstracta y la producción de espacio-temporalidad en la modernidad.
Que el capital ocupe un lugar central en la modernidad quiere decir, siguiendo a Fischbach, que el valor se ha convertido en el “ser de todas las cosas” (Fischbach, 2012, p. 86) siendo este una determinación temporal (Cfr. Ibíd). En los Grundrisse Marx expone que el capital necesita constantemente renovar la producción y para lograrlo precisa la venta de los productos, es decir, un proceso que incluye la transformación de la mercancía en dinero, la conversión del dinero en materia prima, la compra o mantenimiento de instrumentos, y el pago del salario. El capital necesita pasar por todas estas determinaciones [Bestimmungen], así “constituye secciones de circulación […] que se recorren en determinados espacios de tiempo [Zeiträumen]” (Marx, 1945, p. 436).
Si bien Marx no elabora una construcción conceptual del espacio, sí desarrolla diversos usos conceptuales del mismo. Un uso importante del ejercicio marxiano para presentar la relación entre el capital y el tiempo, es el uso implícito del concepto espacio absoluto, cuando plantea que, “el capital por un lado debe tender a arrasar toda barrera espacial opuesta al tráfico, […] al intercambio, y a conquistar toda la Tierra como su mercado… (y) por otro lado (el capital) tiende a anular el espacio por medio del tiempo, esto es, a reducir a un mínimo el tiempo que insume el movimiento de un lugar a otro” (Marx, 1945, p. 438).
Arrasar la barrera espacial significa reducir las distancias entre los puntos del mercado (Fischbach, 2012, p. 89), es decir, que el capital acelere las velocidades de circulación de mercancías, logrando superar las barreras que desaceleran las fases producción-circulación.
Harvey (2012; 2018) ha sistematizado algunos de los usos conceptuales del espacio en los textos de Marx. Según el geógrafo británico, cuando Marx utiliza el concepto absoluto del espacio, lo hace para identificar dónde y cómo las cosas se mueven; y para analizar las relaciones de propiedad que, por ejemplo, producen espacios absolutos dentro de los cuales puede funcionar un monopolio. Cuando Marx aborda el problema de cómo el capital reduce el tiempo de circulación, por un lado, ejemplifica la extensión y unificación del mercado, y por otro, ejemplifica el aumento artificial de la velocidad de circulación del capital: la aniquilación del espacio por medio del tiempo, se trata no solo de la disminución del tiempo de circulación, se trata también de la aceleración del transporte para reiniciar el proceso “producción-circulación”.
Otro uso del espacio que también se encuentra en Marx, es el espacio relativo, donde espacio y tiempo no pueden pensarse por sí mismos de manera separada, como ocurre con el concepto espacio absoluto. El uso del concepto de espacio relativo se expresa en la lógica del capital, por ejemplo, en el movimiento de las mercancías o la manera en cómo estas se revalorizan por estar referidas a otras relaciones sociales, ya que los objetos se relacionan entre sí, dependiendo también de la naturaleza del medio social en el que se encuentran, como refiere Harvey. Un tercer concepto de espacio, refiere al uso relacional del mismo -asociado principalmente a Leibniz-, y que según Harvey, permite pensar al espacio como una relación contenida en los objetos. El tiempo y el espacio no existen fuera de determinadas relaciones sociales, y constituyen un concepto unitario (Harvey, 2012), de tal manera que mientras el espacio es el orden de coexistencia entre las cosas, el tiempo es el orden de su sucesión, y ambos en su articulación espacio-temporal, funcionan como principios de ordenación de las mercancías (Harvey, 2018, p. 328).
La dinámica espacio-temporal del capital, como lugar geográfico y social, es fundamental si consideramos que los centros en donde se concentró la primera acumulación del capital se fueron expandiendo rápidamente en territorios cada vez más amplios por medio de la navegación, el ferrocarril y los medios de comunicación, aboliendo barreras geográficas y unificando el espacio (Cfr. Fischbach, p. 87), pero a la vez, expandiéndolo. Entonces, el espacio es un soporte del capitalismo y también una relación social cristalizada que se realiza en la actividad económica del capital. Si el espacio social no se puede explicar sin el tiempo social (y viceversa) repensar el problema del espacio-tiempo, supone leer en la crítica marxiana (tardía) de la economía política un descubrimiento crucial para la comprensión intensiva y extensiva del capital y sus formas modernas de dominación.
IV.
Si el espacio-tiempo moderno es una conexión orgánica y abstracta, inmanente a la lógica del capital, y articulada a las formas sociales básicas que constituyen la modernidad, el ejercicio y tarea por (re)pensar la dominación social, es, a la vez, un desafío abierto para (re)pensar formas sociales postcapitalistas bajo realizaciones también espacio-temporales, pero ahora, como nuevos vínculos de interdependencia, más allá del trabajo abstracto y el valor, en un nuevo espacio-tiempo.
La traducción política de lo que estamos planteando, es en definitiva, la pregunta por la posibilidad real de eliminar de la vida cotidiana o del mundo de la vida, las relaciones sociales capitalistas: ¿es posible una vida popular-cultural no-capitalista? en los actos, en la práctica, ¿Es posible? ¿Requiere acaso una práctica “capaz de conectar –como cuestionan Toscano & Kinkle (2019, p. 19)- las abstracciones del capital con los datos sensoriales de la percepción rutinaria”? Es decir ¿precisa una ruptura con el fetichismo social? ¿Ahí estriba la (im)posibilidad de las alternativas socialistas? En definitiva, si la vida cotidiana -en los actos- se resuelve en el mercado, en las abstracciones del capital o en la técnica, ¿vale preguntarse por salidas no-modernas al capital? Siendo así ¿cuáles podrían ser estas?
Roberto Vargas Muñoz
Dr. en filosofía. Investigador Postdoctoral, P. Universidad Católica de Valparaíso.
BIBLIOGRAFÍA
Fischbach, Franck “De cómo el capital captura el tiempo”. En Franck, Fischbach (Coord.) Marx. Releer El Capital, Akal, Madrid, 2012.
Harvey, David “La Geografía como oportunidad política de resistencia y construcción de alternativas”. En Revista de Geografía Espacios Vol. 2, N°4: 9-26, 2012.
___________, Justicia, naturaleza y geografía de la diferencia, Editorial Traficantes de sueños, Madrid, España, 2018.
Lefebvre, Henri, La producción del espacio, Ed. Capital Swing, España, 2013.
Marx, Karl, Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie, Europäische Verlagsanstalt Frankfurt Europa Verlag Wien, 1945. [Trad. Siglo XXI].
Sohn-Rethel, Alfred, Trabajo intelectual y trabajo manual. Crítica de la epistemología, Ed. El Viejo Topo, Colombia, 2001.
Toscano Alberto & Kinkle, Jeff, Cartografías de lo absoluto, Ed. Materia Oscura, 2019.
[1] En este punto es pertinente volver al problema del método en Marx, pero no para abordar un problema metodológico, en sí mismo, más bien para repensar de qué manera del capital se deriva la modernidad. Consideramos que ahí se encuentra la actualidad de la relación entre lógica e historia en El Capital.