INTRODUCCIÓN
Todas las religiones, todas las ideologías, todos los relatos populares necesitan una historia fundacional. En la era del capitalismo de las start-up y de las plataformas, las corporaciones también necesitan historias convincentes. Por ejemplo, mitos iniciáticos que surjan del nivel más “humilde” posible (un garage, colchones de aire, amigos necesitados y dispuestos) para que el ascenso al cielo del dinero pueda ser narrado como un cuento de hadas que exalta la perseverancia, el mérito individual, la fortuna, el carácter democrático de la empresa, escondiendo los contactos, los acuerdos y la financiación recibida del sistema industrial y crediticio. Airbnb no es una excepción: construye su propia genealogía imaginaria -ocultando los datos reales- sobre mitos fundacionales falsos, retórica pseudo-comunitaria y post-motivacionales, con un marco narrativo que invierte la naturaleza parasitaria y ambivalente de gran parte de la llamada economía de reparto. Joviales desempleados, amas de casa realizadas, confianza en los demás, casas en los arboles y en el agua, vacaciones solucionadas con un alquiler…
A través de la narración de soluciones individuales, Airbnb se presenta como la respuesta a los problemas que la propia plataforma contribuye a generar. Se trata de un sistema basado en la creación de oportunidades de beneficio siempre nuevas, empezando por la cancelación de los derechos de segmentos crecientes de la población, en los que se están probando nuevas formas de bienestar privado. De hecho, hay un aspecto importante que nos empuja a centrarnos en Airbnb y su papel estratégico dentro de un sector, en sí mismo estratégico, como el capitalismo de plataforma. Airbnb es hasta ahora la principal success story del capitalismo de plataforma y de la ideología neoliberal y startuppera, según la cual cada uno es su propio empresario. Esta retórica, arraigada en la cultura norteamericana desde los días de los pioneros del Lejano Oeste, oculta el simple hecho de que las plataformas han encontrado una forma de mercantilizar siempre nuevos recursos, ampliando la esfera a todo lo que se puede aprovechar -la casa, el tiempo, las ciudades.
La proliferación de Airbnb se ha producido en un contexto de recesión económica, inseguridad laboral, disminución de los salarios, aumento del coste de la vida y financiarización de la vivienda a escala global. Los efectos de la producción de espacio para usuarios cada vez más ricos, el fenómeno del gentrificación, y una estrategia de crecimiento económico urbano global, producen efectos dramáticos en los lugares donde aterrizan las plataformas: las ciudades.
Es el caso de Lisboa, cuya economía local se ha visto perturbada en los últimos años por una ola de especulación inmobiliaria promovida por las políticas públicas tras la crisis económica de 2008. Las políticas de austeridad aplicadas luego del estallido de la burbuja de las hipotecas subprime empujaron a las ciudades a “venderse” en el mercado financiero mundial en busca de los recursos económicos necesarios. En este contexto, el turismo, el centro de una verdadera política industrial adoptada por los países del sur de Europa, es un instrumento de producción de espacios para la extracción de valor en la ciudad-mercancía.
Airbnb es en parte responsable del salto en la escala de estos procesos. Es un medio para acumular beneficios y concentrar la riqueza en manos de unos pocos propietarios ausentes que alquilan casas a los turistas de paso, lo que provoca un aumento del valor de los inmuebles y de los alquileres, una contracción de la oferta de casas de alquiler y, por consiguiente, la expulsión de las clases medias y bajas de los centros urbanos. Airbnb se presenta como una herramienta innovadora que permite a la gente común y corriente incrementar sus ingresos quedándose en sus casas. Pero es la naturaleza individualista de Airbnb, oculta por capas de retórica comunitaria, la que lejos de poner en crisis el estado de las cosas, lo alimenta sobre nuestra piel. Prueba de ello es el origen mismo de Airbnb, en una ciudad donde la emergencia habitacional ha alcanzado proporciones de verdadera crisis humanitaria, donde las organizaciones defensoras del derecho a la vivienda están librando una batalla colectiva contra las prácticas especulativas de los propietarios de viviendas a los que Airbnb proporciona ingresos adicionales. La falsa retórica de Airbnb debe ser combatida con datos reales e historias verdaderas de origen y resistencia. Por eso vamos a donde todo comenzó, a San Francisco, y comparamos nuestras historias y nuestros datos con los suyos.
Se trata en primer lugar de despejar el terreno de las mitologías que acompañan y legitiman el avance del capitalismo de plataforma, enraizado en la mentalidad norteamericana, donde la fábula de Airbnb se inscribe. El mito de la clase media, del trabajo duro, de la igualdad de oportunidades. El sueño americano por excelencia, el de ser propietario de una casa, un sueño que para millones de norteamericanos se ha hecho añicos con el advenimiento de las políticas neoliberales y la ideología del mérito individual, fundamento teórico de las crecientes desigualdades. El mito del pionero en la conquista de las tierras salvajes, que se convirtió en el libre empresario lanzado al descubrimiento de la frontera del espacio digital. El mito del creativo, al cual la ideología de la innovación capitalista mucho más mérito que a la inmensa riqueza acumulada gracias a las empresas colectivas. La fábula de Airbnb comienza en San Francisco pero su verdadero origen es el capital de riesgo del, sin el cual la idea de tres jóvenes que “convirtieron el miedo en diversión” nunca habría despegado. A su vez, el ecosistema innovador de Silicon Valley, base del éxito de las plataformas digitales, es el resultado de décadas de investigación financiada con fondos públicos y del trabajo de millones de trabajadores invisibles, los de la industria tecnológica y los sectores de servicios, que constituyen la infraestructura física donde la “innovación” puede surgir, la ciudad.
La enorme concentración de riqueza por parte de los capitalistas del mundo dorado de la tecnología ha generado enormes monopolios digitales y círculos cerrados de inversores que heredan la riqueza, poniendo en peligro el ecosistema innovador del propio Silicon Valley y haciendo que las ciudades sean imposibles para quienes las habitan y las gestionan. San Francisco, la ciudad con el costo de alquiler más alto de los Estados Unidos, es un resort economy. Y fue aquí, a partir de las luchas de las organizaciones por el derecho a la vivienda, que comenzó la resistencia a Airbnb. Una resistencia que ha librado duras batallas contra verdaderas campañas electorales construidas con millones de dólares por Airbnb para cambiar las leyes de la ciudad a su favor. Detrás, el lema de Airbnb de “pertenecer a todas partes”, las estrategias de marketing, las campañas copiadas a los movimientos sociales, y la movilización de los votantes-consumidores a su favor. Y cuando Airbnb no cambia las reglas, demanda a las ciudades que aprueban norma que protegen el derecho al habitat.
La vivienda se ha convertido en una mercancía en el mercado financiero global: la crisis habitacional a escala mundial ha alcanzado las proporciones de una crisis humanitaria. Se estima que 1.800 millones de personas no tienen una vivienda adecuada. El 25% de la población urbana del mundo vive en asentamientos informales. La falta de vivienda y los desalojos forzosos están aumentando en casi todos los países. En los Estados Unidos de América, más de 2 millones de familias son desalojadas de sus hogares cada año-4 por minuto.
Vayamos a donde este modelo de ciudad-mercancía empresarial fue probado por primera vez: Nueva York, que es también el primer mercado nacional de Airbnb. Una ciudad dominada por la industria inmobiliaria, del real estate, de proyectos de gated communities de lujo, torres residenciales cada vez más altas y exclusivas, una ciudad en la que el espacio público ha sido borrado, en resumen una ciudad aburrida. Pero también es la ciudad que ganó la batalla contra Amazon y finalmente cambió las leyes de alquiler. El poder abrumador del sector inmobiliario se tambalea y las luchas de los activistas empiezan a dar sus frutos mientras que, en la costa oeste, un fallo histórico contra Airbnb abre un nuevo escenario y asesta un duro golpe a los intereses de las plataformas digitales. Un escenario muy diferente al europeo, donde muchas ciudades se oponen a la expansión sin control de Airbnb pero donde, en términos de legislación, estamos a oscuras.
En Italia, donde Airbnb prolifera de forma incontrolada, las ciudades del arte se gestionan cada vez más como productos de lujo, con la retirada de las personas que no entran en la categoría del turista rico del centro histórico. Pero el vaciamiento de los centros históricos es un problema para todos: para los que, como muchos jóvenes y estudiantes, ya no pueden encontrar una casa para alquilar; para los que viven en los suburbios, cuyo abandono, con el colapso de los valores inmobiliarios, es un contrapeso a la museificación del centro. Airbnb contribuye a la contracción de una oferta de viviendas intermedias, sustrae parte del parque de viviendas a los potenciales habitantes e influye aumento de los alquileres en el centro. La incapacidad de la política para leer los nuevos fenómenos urbanos y las nuevas dificultades ligadas a la habitabilidad, la promoción activa del turismo como motor del crecimiento de las ciudades, incluso a través de la venta del patrimonio y los proyectos de “regeneración urbana” en clave privatizadora, entregan al mercado una demanda insatisfecha de viviendas. Y si el mantra dice que “el turismo genera riqueza”, hay que preguntarse “para quién”: ciertamente el turismo no beneficia a la mayoría de las actividades tradicionales que se cierran a un ritmo sin precedentes; no beneficia a los habitantes, que luchan contra el colapso de los servicios públicos locales; no beneficia a las ciudades, cuyo patrimonio histórico y cultural se reduce al telón de fondo y a una location de grandes acontecimientos. El modelo industrial de turismo está haciendo que las ciudades sean inhabitables y todas iguales entre sí. Tal vez sea necesario, para combatir esta situación, un cambio de perspectiva: no es el turismo “sostenible” lo que hará que las ciudades sean “habitables”, sino la posibilidad, para todos, de habitar las ciudades, incluidos sus centros históricos.

AIRBNB CIUDAD MERCANCÍA
Historias de resistencia a la gentrificación digital
Sarah Gainsforth
Pág. 204. Enero 2021, 17 €
Airbnb ha contribuido a convertir las principales ciudades del mundo en parques temáticos para turistas y resorts para ricos. Este libro muestra cómo uno de los protagonistas del llamado “capitalismo digital o plataformas” -Airbnb- tiene efectos concretos y devastadores en el espacio urbano, en la vida y en la ciudad. Airbnb es, de hecho, un instrumento tecnológico poderoso que alimenta un enorme proceso de transformación social: de San Francisco a Nueva York, de Lisboa a Roma, la turistificacíon de las ciudades produce la expulsión de residentes y la modificación de actividades en favor de un turismo de paso basado en el consumo, con la consiguiente perturbación de la vida social, económica y afectiva que siempre ha acompañado la convivencia en la metrópoli. La dimensión de comunidad, vecindad y vínculo desaparece para dar paso a un nuevo modelo de capitalismo inmobiliario. Airbnb Ciudad Mercancía relata algunos casos ejemplares de este proceso, pero también, sobre todo, los nuevos movimientos sociales que se levantan contra la gentrificación digital de las ciudades.
“De Portugal a Canadá, de Italia a los Estados Unidos. Es un ensayo claro y riguroso que desmonta la retórica de Airbnb y pone de relieve la explotación de los territorios y la claudicación del concepto de comunidad que está en marcha” I Diavoli, entrevista a Sarah Gainsforth
“Entre las páginas más efectivas del libro de Gainsforth están las dedicadas al sistema de buenos sentimientos (confianza-amistad-compartir), un sistema fundamental en la mitología de Airbnb. La autora muestra cómo el funcionamiento de Airbnb no se basa realmente en la confianza entre las personas, sino en la confianza en el sistema bancario y los pagos en línea: esta es la única confianza necesaria para perfeccionar el contrato de alquiler turístico” Wolf Bukowski“En resumen, Airbnb Ciudad Mercancía tiene el indudable mérito de proporcionar al lector y al activista un doble instrumento: el del conocimiento del fenómeno y el de la posibilidad de un segundo y más profundo nivel de análisis con respecto a él. No es casualidad que muchas de las voces del libro que analizan y narran el impacto de la plataforma en las ciudades, a la vez que proponen modelos de lucha, propuestas de cambio y prácticas alternativas, sean las de los investigadores: que, muchas veces, animan o participan directamente en movimientos de resistencia a la gentrificacion digital” Michele Grimaldi

Sarah Gainsforth es investigadora independiente y periodista freelance. Analiza procesos de trasformación urbana, turistificación, desigualdad y políticas de vivienda en Italia y Europa. Colabora con L´Espresso, Il Manifesto, DinamoPress. Desde 2016 escribe sobre Airbnb y se ha encargado de la presentación de los datos de Inside Airbnb en Roma. Forma parte de la red SET-Sur de Europa contra la turistificación. El libro que hoy presentamos, Airbnb Citta Merce ha sido finalista del Premio Napoli 2020. Vive y trabaja en Roma
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