Escribir la primera frase de este artículo sin saber adónde te llevará, escribir luego una segunda y coserla a la primera buscando un ritmo es jazz. Aunque no lo sea.
Saltarse el guión en medio de un rodaje también es jazz. En la primera versión de la película de John Cassavetes, Shadows, ni siquiera había un guión que saltarse. Nunca existió ese guión y los actores no eran profesionales.
El jazz es improvisación, es espontaneidad. Es dar un salto hacia no se sabe dónde por un camino que todavía no conoces.
Y, como casi todo lo improvisado, provoca emoción. Ese cosquilleo que se produce cuando no se tiene ni idea de lo que pasará en los siguientes minutos, pero sí se tiene el deseo de que pase algo.
Que pase algo, que nos pase algo, que ese algo nos arrolle.
En Kind of Blue, el disco más vendido de la historia del jazz, la trompeta de Miles Davis se vuelve humana: habla y llora. Y va por libre, de nuevo la improvisación. No se puede escuchar Kind of Blue sin sentirse conmovido. O sí se puede, en realidad también es posible contemplar el mar sin sentir absolutamente nada, pero no es lo habitual. Lo habitual es que reconozcamos la belleza cuando la tenemos delante, tanto si se trata de una mancha azul infinita como de un soplo de aire saliendo de un trozo de metal.
El jazz se asocia a la noche. A los clubs en penumbra. Y a sus músicos se les llama cats, gatos, esos seres enigmáticos a los que también les gusta la noche.
Una de las canciones más conocidas de Thelonious Monk es Round Midnight. La baronesa Pannonica de Koenigswarter, Nica, estaba casada y tenía una familia cuando alguien le habló de esta canción. Escucharla por primera vez fue el detonante para dejarlo todo e irse a vivir a Nueva York, donde se convirtió en la amante, musa y mecenas de Monk durante casi 30 años. Y en la protectora de la mayoría de músicos de jazz cuando tenían problemas. Su último deseo fue que al morir echaran sus cenizas al río Hudson y que las echasen alrededor de medianoche, Round Midnight.
Que pase algo, que nos pase algo, que ese algo nos arrolle.
Que nos parta en dos. Como un rayo.
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Fotografía: Pannonica con Thelonius Monk en el Five Spot Café, 1964. Ben Martin.