Evidentemente todo el mundo recuerda aquel mes de marzo y abril. Han quedado en la memoria. La enfermedad no ha desaparecido, pero tiene cifras residuales, a pesar de seguir muriendo algunas personas. Pero no deja de ser un breve en las páginas interiores de los diarios.
Nada es igual, pero todo ha vuelto a una cierta normalidad. No del todo porque costó recuperarse de aquella mortandad masiva pero la situación de emergencia, afortunadamente, ha desaparecido.

memoria. Ilustración de Eulàlia Llopart
La sanidad se ha ido recuperando. Las listas de espera al salir del estado de emergencia eran espantosas y el gobierno pidió a todos que pudiera, que se hiciera una póliza sanitaria o que utilizara la que tenía para las operaciones y visitas a especialistas. Los precios de las pólizas se dispararon, pero era una manera de ayudar y la gente colaboró. En la sanidad pública, los centros de salud y hospitales recibieron permiso para cobrar servicios y hacer copago a fin de poder financiarse. Tanto para el funcionamiento diario como para pagar el endeudamiento. Las recogidas de fondos que se hicieron desde el propio gobierno para pagar la crisis, se perpetuaron de alguna manera. Aunque estos fondos nunca llegaron a los hospitales y ambulatorios. Quien no tenía seguro sanitario sufrió larguísimas listas de espera y algunas personas murieron mientras esperaban una intervención. Pero después de todas las personas que habían muerto, se veía esto como una consecuencia lógica y como un mal menor.
Los aplausos desde balcones y ventanas desaparecieron. Pasada la crisis, con la deuda generada, la calidad asistencial fue decreciendo y los profesionales siguieron mal pagados. Hicieron una huelga, pero la gente se puso en contra los sanitarios porque decían que se estaban aprovechando del apoyo recibido durante la crisis. Nadie parecía recordar ya, todo lo que habían hecho. La deuda de la sanidad era tan grande que la falta de inversión ha ido degradando la sanidad pública hasta dejarla en un papel residual mientras ha habido un crecimiento espectacular de las mutuas particulares.
Los niveles de desempleo y los ERTE no se recuperaron y el paro ha crecido mucho y se ha perpetuado. Los permisos vacacionales se tuvieron que recuperar los meses posteriores con muchas horas extras que pasaron a ser habituales y fijas para poder mantener las empresas. El gobierno terminó por legalizar la jornada laboral de 45 a 48 horas. El estado por falta de liquidez tuvo que recortar las prestaciones de desempleo y las pensiones. La gente lo aceptó porque entendían que el coronavirus había sido el responsable.
La cooperación internacional perdió todo el presupuesto por falta de asignaciones y pese a que intentaron recoger fondos para la misma crisis en África y Latinoamérica, la gente dijo que “primero los de casa”, que bastante teníamos. La falta de empatía que había tenido Europa con España, España la replicó con los países de África y América Latina. Después, la mayoría de países se han concentrado en temas internos y los grandes retos internacionales, gobernanza, cambio climático y la propia pandemia, han quedado relegados de las agendas. La deuda externa se ha incrementado porque después de la quiebra empresarial, la mayoría de productos vienen del extranjero.
Las entidades sociales vieron desaparecer la mayoría de subvenciones tras la crisis, y más de la mitad tuvieron que cerrar. Se quedaron solo con el apoyo de los socios, que habían disminuido en cantidad y en volumen las aportaciones porque las familias tenían menos ingresos. Se dejó de hacer estudios e informes de evolución de la pobreza por falta de recursos y porque si todo era responsabilidad del coronavirus, no tenía sentido investigar mucho más.
Los temas migratorios desaparecieron de golpe, porque la ley de extranjería se endureció mucho. La extrema derecha hizo de este su caballo de batalla y la grave situación social tapaba los abusos y vulneraciones flagrantes de derechos humanos, que la gente prefería no ver.
Las manifestaciones se dejaron de convocar porque se prohibieron por razones de salud pública, y las protestas contra según qué políticas eran represaliadas brutalmente por la policía, con la complicidad de mucha ciudadanía, que veía a los activistas a personas insolidarias con la grave situación del país.
Las mascarillas no han desaparecido de las calles y se ha creado el adjetivo “coros” referido a todas aquellas personas que siguen reclamando por miedo, mantener las distancias de 2 m en el transporte, establecimientos, calles y oficinas. Son muchas las personas que ya no saludan dando la mano sino levantándola de manera que al mismo tiempo piden distancia. Protocolariamente ha desaparecido el apretón de manos, los abrazos y los besos en la mejilla. Todo el mundo se siente más seguro así.
El estado no retornó nunca las competencias que había asumido, porque la grave situación hacía que fuera imprescindible dirigirlo todo desde el gobierno central. Los medios de comunicación se redujeron a pocos porque no se pudieron sostener después de la parada ahogadas en deudas. Las televisiones públicas también fueron absorbidas por la televisión central que llenaba casi toda la parrilla de las autonómicas, menos unas pequeñas franjas donde había programas de entretenimiento local. La información pasó a ser oficial para evitar las fake news y las intoxicaciones que entorpecían la salida de la crisis.
Una gran parte del comercio local tuvo que cerrar los primeros meses por las deudas y porque internet había acaparado la mayor parte de todos los negocios. Quedaron muy pocas tiendas en los barrios y en los pueblos. Amazon hizo su agosto y un crecimiento espectacular.
La cultura quedó como un lujo residual. El teatro al alcance de muy pocos y prácticamente no se programa. Y el cine ha dejado de producirse localmente. Los grupos de música se fueron disolviendo ya que los conciertos continúan prohibidos y los espacios digitales no les han generado los ingresos mínimos.
Se suprimieron las elecciones y se ha alargado 4 años más el mandato del gobierno para evitar gastos y para concentrarse en la recuperación, a pesar de las quejas de la oposición.
En el ambiente, se respira desánimo y una cierta sensación de derrota (el lenguaje militar que nos impusieron durante la crisis llegó a todos los rincones). Algunos grupos intentan revertir la situación, pero la ciudadanía tiene miedo de perder lo poco que le queda y ha optado por dejar la militancia, la crítica y la disensión.
A menudo se escucha la frase “¿cómo puede ser que algo tan pequeño lo hundiera todo?” y aunque alguien contesta “porque estaba todo podrido y era fácil!”, ya nadie lo escucha.
+ Este artículo se complementa con la segunda parte donde hay otra otra opción:
“La epidemia que lo cambió todo … y nos permitió dar un paso al frente (2ª parte)”.
Léedlo y tendreis otra visión del mismo hecho. Espero que ambas, de manera complementaria, os ayuden a pensar que hay que hacer, cómo y cuándo para que pase lo que realmente queremos.
+ Ilustración de portada de Plou de Eulàlia Llopart
P.D. Este artículo fue publicado por Francesc Mateu i Hosta en su blog personal “La creu del Sud”
L’ÈPIDÈMIA QUE HO VA CANVIAR TOT,… I ENS OBLIGA A RETORCEDIR (1ªPART) [CAT]
Evidentment tothom recorda aquella primavera del 2020. Ha quedat a la memòria. La malaltia no ha desaparegut però té xifres residuals, tot i seguir morint algunes persones. Però no deixa de ser un breu a les pàgines interiors dels diaris.
Res és igual, però tot ha tornat a una certa normalitat. No del tot perquè va costar recuperar-se d’aquella mortaldat massiva però la situació d’emergència, afortunadament, ha desaparegut.
La sanitat s’ha anat recuperant. Les llistes d’espera en sortir de l’estat d’emergència eren espantoses i el govern va demanar a tothom que pogués, que es fes una pòlissa sanitària o que fes servir la que tenia per les operacions i visites a especialistes. Els preus de les pòlisses es van disparar però era una manera d’ajudar i tothom hi va col·laborar. A la sanitat pública, els CAPS i hospitals van rebre permís per cobrar serveis i fer copagament a fi de poder finançar-se; tant pel funcionament diari com per pagar l’endeutament. Les recollides de fons que es van fer des del mateix govern per pagar la crisi, es van perpetuar d’alguna manera. Tot i que aquests fons mai van arribar als hospitals i ambulatoris. Qui no tenia assegurança sanitària va patir llarguíssimes llistes d’espera i algunes persones varen morir mentre esperaven una intervenció. Però després de totes les persones que havien mort, es veia això com una conseqüència lògica i com un mal menor.
Els aplaudiments des de balcons i finestres van desaparèixer. Amb el deute generat, la qualitat assistencial va anar decreixent i els professionals van seguir mal pagats. Van fer una vaga però la gent es va posar en contra els sanitaris perquè deien que s’estaven aprofitant del suport rebut durant la crisi. Ningú semblava recordar ja, tot el que havien fet. El deute de la sanitat era tan gran que la manca d’inversió ha anat degradant la sanitat pública fins a deixar-la en un paper residual mentre hi ha hagut un creixement espectacular de les mútues particulars.
Els nivells d’atur i els ERTOS no es van recuperar i l’atur ha crescut molt i s’ha perpetuat. Els permisos vacacionals es van haver de recuperar els mesos posteriors amb moltes hores extres que van passar a ser habituals i fixes per poder mantenir les empreses. El govern va acabar per legalitzar la jornada laboral de 45 a 48 hores. L’estat per manca de liquiditat va haver de retallar les prestacions d’atur i les pensions. La gent ho va acceptar perquè entenien que el coronavirus havia estat el responsable.
La cooperació internacional va perdre tot el pressupost per manca d’assignacions i malgrat varen intentar recollir fons pel que suposava la mateixa crisi a Àfrica i Amèrica llatina, la gent va dir que “primer els de casa”, que prou feina teníem. La manca d’empatia que havia tingut Europa amb Espanya, Espanya la va replicar amb els països d’Àfrica i Amèrica Llatina. Després, la majoria de països s’han concentrat en temes interns i els grans reptes internacionals, governança, canvi climàtic, la mateixa pandèmia, han quedat relegats de les agendes. El deute extern s’ha incrementat perquè després de la fallida empresarial, la majoria de productes vénen de l’estranger.
Les entitats socials van veure desaparèixer la majoria de subvencions després de la crisi, i més de la meitat van haver de tancar. Es varen quedar només amb el suport dels socis, que havien disminuït en quantitat i en volum d’aportació, perquè les famílies tenien menys ingressos. Es va deixar de fer estudis i informes d’evolució de la pobresa per manca de recursos i perquè si tot era responsabilitat del coronavirus, no tenia sentit investigar molt més.
Els temes migratoris varen desaparèixer tot d’una, perquè la llei d’estrangeria es va endurir molt. L’extrema dreta en va fer el seu punt de lluita i la greu situació social tapava els abusos i vulneracions evidents de drets humans, que la gent preferia no veure.
Les manifestacions es van deixar de convocar perquè es van prohibir per raons de salut pública, i les protestes contra segons quines polítiques eren represaliades brutalment per la policia, amb la complicitat de molta ciutadania, que veia a les activistes com persones insolidàries amb la greu situació del país.
Les mascaretes no han desaparegut dels carrers i s’ha creat l’adjectiu “coros” referit a totes aquelles persones que segueixen reclamant per por, mantenir les distàncies de 2 m al transport, establiments, carrers i oficines. Són moltes les persones que ja no saluden donant la mà sinó aixecant-la de manera que al mateix temps demanen distància. Protocol·làriament ha desaparegut l’encaixada de mans, les abraçades i els petons a la galta. Tothom se sent més segur així.
L’estat no va retornar mai les competències que havia assumit, perquè la greu situació feia que fos imprescindible dirigir-ho tot des del govern central. Els mitjans de comunicació es van reduir a pocs perquè no es van poder sostenir després de la parada, ofegades pels deutes. Les televisions públiques també van ser absorbides per la televisió central que omplia gairebé tota la graella de les autonòmiques, menys unes petites franges on hi havia programes d’entreteniment local. La informació va passar a ser oficial per tal d’evitar les “fake news” i les intoxicacions que entorpien la sortida de la crisi.
Una bona part del comerç local va haver de plegar els primers mesos pels deutes i perquè internet havia acaparat la major part de tots els negocis. Van quedar molt poques botigues als barris i als pobles. Amazon va fer el seu agost i un creixement espectacular.
La cultura va quedar com un luxe residual. El teatre a l’abast de molt pocs i pràcticament ni es programa. I el cinema s’ha deixat de produir localment. Els grups de música es van anar dissolent perquè els concerts continuen prohibits i els espais digitals no els han permès els ingressos mínims.
Es van suprimir les eleccions i s’ha allargat 4 anys més el mandat del govern per evitar despeses i per concentrar-se en la recuperació, malgrat que l’oposició es queixava.
A l’ambient es respira desànim i una certa sensació de derrota (el llenguatge militar que ens varen imposar durant la crisi va arribar a tots els racons). Alguns grups intenten revertir la situació però la ciutadania té por de perdre el poc que li queda i ha optat per deixar la militància, la critica i la dissensió.
Sovint s’escolta la frase “com pot ser que una cosa tan petita ho enfonsés tot?” i encara que algú contesta “perquè estava tot podrit i era fàcil!” ja ningú ho escolta.
Aquest article es complementa amb la segona part on hi ha una altra opció:
“L’epidèmia que ho va canviar tot… i ens va permetre fer un salt endavant”.
Llegiu-lo i tindreu una altra visió del mateix fet. Espero que les dues, complementàriament, us ajudin a pensar que cal fer, com i quan, perquè passi allò que realment volem.
P.D. Aquest article va ser publicat al blog personal de Francesc Mateu i Hosta “La creu del Sud”