Entrados en el s.XXI, nuestra sociedad se está adaptando a una rápida transformación de los modelos imperantes en el siglo precedente, se halla inmersa en una transición hacia un nuevo paradigma informacional1. Estos cambios afectan a cada ciudadano en los ámbitos colectivos y privados, y difuminan las fronteras que existen entre ellos poniendo en crisis límites de la sociedad industrial. Estamos reformulando cómo relacionarnos mientras reconfiguramos la manera de aprender, trabajar e interactuar con la sociedad que nos rodea, y con ellos aparece la necesidad de replantear los espacios físicos existentes para adaptarlos a una realidad cambiante, dinámica e indefinida. Se tienen que repensar nuestros espacios de relación, los espacios públicos y privados, de ocio y de trabajo, y es en el espacio de trabajo donde encontramos la síntesis de los cambios que vivimos.
La globalización, producto de la sociedad red, está superando las resistencias de las antiguas configuraciones de los Estados-nación para convertirse en un proceso económico, tecnológico, político, social y cultural sin retorno, Saskia Sassen2. Este proceso permite reformular las dinámicas de jerarquía de escala que rigen los estados tanto a nivel interno como a nivel de las conexiones internacionales, y favorecer la aparición de relaciones en la escala subnacional (las ciudades globales) con las supranacionales (los mercados globales). Esta estructura crea nuevas redes que abren un nuevo tipo de relaciones particulares y de conveniencia entre lo subnacional y lo supranacional llevando a localizar lo global y a globalizar lo local. La paulatina desnacionalización genera nuevos actores no nacionales y se crean nuevas instituciones que redistribuyen sus ámbitos de influencia, generando luchas para apoderarse de esta.
Ciudad global
La escala subnacional tiene la ciudad global como máximo representante y desde ella se da servicio a todos los procesos de la economía global, convirtiéndose en nodo estratégico e indispensable, Saskia Sassen3. Cada ciudad global se sitúa dentro de una red de múltiples circuitos globales que superan los límites del Estado-nación ubicándolos en varias geografías transfronterizas. Los actores de las escalas subnacionales y supranacionales intentan saltarse o modificar las estructuras burocráticas del Estado-nación basadas en un sistema cerrado y excluyente inmerso en una imprescindible fase de adaptación.
Es la especificidad de lo global lo que convierte en global la ciudad, dejando en segundo plano su importancia histórica como ciudad mundial y permitiendo que aparezcan ciudades, sin un pasado histórico, que aprovechen sus potencialidades para convertirse en nuevos nodos estratégicos globales. La capacidad de cada ciudad para ofrecer su especificidad a las estructuras de la economía global les permite competir dentro de la red de ciudades globales, y en este sentido la identidad local en los ámbitos geográfico, económico, tecnológico, social o cultural, es un factor diferenciador y positivo que las refuerza.
Las ciudades globales son los territorios donde los procesos de globalización adquieren un carácter concreto y localizado, son los lugares físicos donde se concentran las operaciones de la economía de aglomeración, sus contradicciones y conflictos. En ellas se centraliza el poder económico con unas nuevas élites de profesionales transnacionales, que forman el núcleo de las empresas globales, pero también junto a la población proveniente de las diásporas globales y las redes migratorias que les sirven en condiciones de precariedad y marginalidad. La clase global de trabajadores migrantes desfavorecidos son los actores olvidados e indispensables de la globalización, Saskia Sassen4. Al mismo tiempo, cuanto más globalizados están los mercados empresariales, sus operaciones y las grandes empresas, más grande es la complejidad y más difíciles son las estrategias que estas necesitan para su gestión. Esto provoca la demanda de nuevos servicios más especializados, ligados a esta complejidad. Entonces, la ciudad global genera un tejido empresarial nuevo vinculado a dar servicio a las demandas localizadas de la globalización. Un tejido empresarial que es el motor del cambio en la forma de trabajar y que transforma, al mismo tiempo, el espacio de trabajo.
El potencial político-económico que desarrollan las ciudades globales las convierten en generadoras de nuevos tejidos empresariales y de comunidades formadas para aprovecharse de las estrategias y necesidades de la red global. Estas nuevas comunidades se insertan en el territorio convirtiéndolo en lugar estratégico, en un espacio de centralidad que sobrepasa el ámbito local para convertirse en transnacional. Las ciudades globales necesitan estas nuevas empresas locales, y con ello sus nuevos ciudadanos con necesidades capaces de transformarlas. Son ciudadanos que trabajan, viven y disfrutan de la ciudad rompiendo los viejos modelos para adaptarla a una sociedad en cambio constante, de hipermovilidad, de especialización y transformación de la oferta y demanda, de evolución del conocimiento con nuevas capacidades de comunicación global y con formas de trabajo en red donde se neutraliza el territorio, las fronteras y el tiempo.
Nuevos ciudadanos crecen en una sociedad inmersa en la transformación hacia un nuevo paradigma, que a su vez, transforma la forma de comunicarnos, relacionarnos y la manera de trabajar. Y es en las nuevas maneras de entender el trabajo y su espacio, donde podemos encontrar muchas de las características de la transición hacia este nuevo paradigma.
Nuevos espacio de trabajo en la sociedad red
En la década de los noventa se empezó a innovar en cómo y dónde trabajar. Se inició la transformación de las viejas estructuras de trabajo, rígidas y jerárquicas del Taylorismo5, destinadas a la producción en masa, por nuevas maneras de trabajar y de crear valores aparecidos con el auge económico generado por los rápidos avances tecnológicos e Internet.
Silicon Valley6 fue el principal territorio donde se dieron las características para la transformación y evolución de las formas de trabajo bajo el nuevo paradigma informacional,Chris Benner7. El lugar donde se empezaron a romper las rígidas reglas del paradigma industrial en el mundo del trabajo, para incorporar el trabajo flexible7.1 para los trabajos de más valor añadido en las dinámicas competitivas de las industrias del conocimiento. Mientras provocaban la aparición del empleo flexible7.2 y su precarización para los trabajos de menos calificados pero absolutamente indispensables para la economía global.
Las empresas de la economía global, sobre todo las relacionadas con Internet, se reestructuran afectando a los mercados laborales y a la forma de producir. Se introduce la organización red, descentralizando su organización, y reconfigurando el procesamiento de información para aumentar la productividad y adaptarla a las necesidades de un entorno cambiante y de hipermovilidad. Los trabajos se vuelven más flexibles y basados en proyectos dentro de redes colaborativas. Esto incentiva la creación de empresas que basan su capacidad competitiva en el trabajo en red, en una mayor adaptabilidad a las demandas del mercado global, y una reconfiguración de los equipos según sus necesidades. Estas empresas utilizan la innovación como fuente de crecimiento en la economía informacional, con un desarrollo abierto y compartido de ideas, que las diferencia de las empresas de la economía industrial.
Las tecnologías de la información y el conocimiento empiezaron a dejar claro a medianos de los años 90 que transformarían el mundo del trabajo. Unas tecnologías que deslocalizan el trabajo y permiten su transnacionalidad rompiendo las limitaciones del Estado-Nación, y dan respuesta a la hipermovilidad de la sociedad red. Aparece entonces, el teletrabajo como alternativa al espacio de trabajo para las empresas de producción de servicios. Pero el trabajo va mucho más allá de la producción, como había impuesto el industrialismo, y el contacto personal es vuelve esencial como generador de oportunidades y la innovación imprescindible para la nueva economía.
Se comprende que no hay soluciones sustitutivas sino superpuestas, y que la complejidad y su gestión son elementos intrínsecos de esta nueva realidad.
Las empresas están cambiando y se crean otras sobre necesidades nuevas, mientras los espacios que las acogen se transforman para dar respuesta a los cambios que las han creado. Hay la necesidad de repensar el espacio de trabajo compartido para convertirlo en espacio reactivo capaz de comprender y responder al nuevo paradigma informacional. Así es como, las tipologías convencionales de oficinas, salidas de la jerarquización Taylorista, dejan de responder a las necesidades del trabajo en red al no generar sinergias, ni motivar la innovación, ni contribuir a la interacción entre trabajadores y entre empresas. Una característica de la cultura de la innovación en la economía informacional es que, a pesar estar formada por individuos o pequeñas empresas, el trabajo más innovador se produce en red, a diferencia de la economía industrial, Pekka Himanen8, y esta red no se genera solamente a través de las conexiones digitales sino también por redes físicas en espacios de trabajo incitadoras de conexiones.
Repensando el espacio de trabajo.
Han sido muchas las tipologías de nuevos espacios de trabajo que han aparecido desde los años 90, algunas son simples maneras de rebajar costes para las empresas o son respuestas a la movilidad de sus empleados, mientras que otras son el resultado de una reflexión profunda sobre cómo trabajar en una sociedad red. León Emmanuelle9 describe tres nuevos espacios de trabajo: Combi-Office10, Hot-desking11, Just-in-Time Office12, tres tipologías diferentes que suponen una ruptura entre el individuo y su tradicional lugar de trabajo como evolución del espacio de trabajo precedente.
Grandes empresas como Google13 o Facebook14 encuentran en la innovación en el espacio de trabajo una manera de incrementar la imagen de empresa y atraer talento. Incorporar el ocio y el deporte, el descanso y la diversión en el mismo lugar de trabajo les permite desarrollar las conexiones necesarias entre equipos con espacios activos para la innovación y la creatividad, pero también sirve a las empresas para mantener a sus trabajadores el máximo de tiempo en sus sitios de trabajo, aumentando así su productividad. Desarrollan programas de inclusión, igualdad, diversidad y educación en diferentes ámbitos alrededor del mundo como herramientas de desarrollo, integración e imagen.
Al mismo tiempo nacen espacios de trabajo que se replantean y responden a los cambios sociales, culturales y económicos de la sociedad red de la que forman parte y a las empresas transnacionales a las que aspiran a dar servicio. Nuevos espacios para nuevas empresas y emprendedores que durante los últimos 20 años han recibido numerosos nombres, como incubadoras, hotel de empresas, espacios red, espacios multidisciplinares o espacios transdisciplinares en red, hasta que el nombre de Coworking ha llegado a aglutinarlos bajo un mismo concepto de entorno de trabajo.
Coworking
El Coworking es el nombre que se le da a un tipo de espacios compartidos de trabajo entre diferentes profesionales, que pueden ser de distintos sectores y muchas veces relacionados con Internet. Espacios que centralizan recursos disminuyendo costes y ampliando servicios, y buscan generar las sinergias necesarias para convertirse en entornos de oportunidades.
El término Coworking15 lo invento Bernei DeKoven en el año 1999, pero fue en el año 2009 cuando fue difundido por Brad Neuberg en el espacio HatFactory16 en San Francisco, y de forma más generalizada con la creación posterior del Citizen Space17, considerado el primer espacio coworking en Estados Unidos. La revista Deskmag18 realiza cada año una encuesta sobre espacios de Coworking, la del 2012 muestra un continuado crecimiento de este tipo de espacios, superando el 245% de crecimiento en los dos últimos años19, con 2072 espacios en todo el mundo. Los espacios de Coworking en España disponen de diferentes plataformas donde se agrupan como Comunidad Coworking20 o Coworking Spain21 que acaba de organizar la “Coworking Spain Conference”22 en Barcelona, y este mismo año organizará la “Coworking European Conference”23 donde se expondrán y debatirán las diferentes experiencias y espacios de Coworking en Europa y el mundo. Un crecimiento y una cantidad de congresos que reflejan la magnitud de la implantación y el interés por estos espacios.
Los espacios de Coworking mayoritariamente están integrados por pequeñas empresas, emprendedores y profesionales liberales, que disponen de una capacidad de inversión limitada, lo que los lleva a buscar alternativas a las oficinas convencionales. Son en los viejos espacios olvidados de antiguas naves de la industria obsoleta, engullidas por el crecimiento de las ciudades, donde descubren nuevas potencialidades para las ciudades globales. Potencialidades que habían sido utilizadas en los años 50 en Nueva York por estudiantes y artistas, a través de los lofts, y que 40 años después empezaron a redescubrirse y a convertirse en lugares para el nacimiento de los nuevos espacios para la industria del conocimiento. Espacios singulares para generar nuevos entornos de trabajo basados en la innovación colaborativa. Un dato interesante de la encuesta de Deskmag18 es que el 79% de los espacios son independientes y solo el 5% forma parte de una red franquiciada.
Estos edificios son regeneradores urbanos, dinamizan sus entornos sobrepasando sus límites físicos, revitalizando barrios que habían ido quedando obsoletos, atrayendo una nueva industria limpia y con valor añadido. Nuevos habitantes se incorporan a estos barrios y crean una red urbana de servicios que los dinamizan. Aparecen nuevas iniciativas emprendedoras que tienen que convivir con las existentes e intentar ser dinamizadoras de la realidad existente, y no convertirse en el precedente de estrategias gentrificadoras24 que llevan a la expulsión de sus habitantes para crear otra ciudad estéril de sus raíces y habitantes.
Las empresas, profesionales y emprendedores, de diferentes sectores y dimensiones, buscan que sus entornos de trabajo sean espacios vivos. Edificios capaces de adaptarse al cambio y a las necesidades de sus residentes, que creen una red ecosistémica para colaborar internamente y competir externamente, y que lleguen a poder utilizar la marca del espacio para contribuir a sus necesidades de imagen corporativa. Las empresas buscan compartir recursos y poder aumentar las prestaciones de sus espacios, esto les permite la generación de espacios compartidos pensados de cero para satisfacer las necesidades de empresas y trabajadores. Unos entornos de trabajo que se crean para generar sinergias entre sus residentes, y buscar soluciones de bajo coste para encontrar el confort y la domesticidad en el entorno de trabajo. El espacio tiene que ser un elemento activo, que contribuya a la generación de valor para que las empresas colaboren internamente, motivando a encontrar los puntos que las complementen y la forma de que sumen conocimientos, y para que compitan externamente creando proyectos en red.
Se busca generar una red de afinidades y pasiones, que permita desarrollar conjuntamente nuevas ideas, pero al mismo tiempo mantener su independencia y flexibilidad minimizando las dificultades del hecho de ser empresas de pequeño tamaño. Estos entornos de trabajo se comportan como una red social, de contactos y experiencias profesionales, y son utilizados por profesionales independientes transnacionales para encontrar las redes de profesionales locales necesaria para su implantación en un lugar, tanto a nivel profesional como a nivel relacional.
El Factor Humano es el elemento clave en estos nuevos espacios de trabajo, la persona es el centro por encima del trabajo que realice. En el desarrollo de la persona, el conocimiento y sus capacidades creativas y de innovación es donde se encuentra la base la economía del conocimiento. El espacio de trabajo no puede ser un elemento neutro y estéril sino un elemento activo que tiene que reflejar las inquietudes y las pasiones de la persona que lo utiliza. Son espacios donde lo privado y lo público, lo profesional y lo personal, se mezclan cuando la persona pasa largas jornadas en el lugar de trabajo. Espacios donde se incorpora la domesticidad, la comodidad de los espacios privados permitiendo dar valor a las propias diferencias y aportarlas al conjunto. La domesticidad entra en el espacio profesional para convertirse en un valor añadido.
Al mismo tiempo, la flexibilidad horaria hace que los límites entre el espacio y tiempo de trabajo y el privado se vayan difuminando. La transnacionalidad de muchos de los equipos de trabajo hace que los horarios sean flexibles apartados de la rigidez convencional. El valor de la juventud bien preparada y la igualdad de géneros, con la conciliación con la vida privada descubren nuevas necesidades que este mundo del trabajo tiene que dar respuesta, como espacios para los hijos de los residentes en el espacio de Coworking. La Encuesta Mundial sobre Coworking del 2012 de Deskmag18 muestra que la edad media del coworker es de 34 años, con formación universitaria y unos ingresos superiores a la media, pero también que aún los hombres doblan a las mujeres en su utilización. Un modelo impregnado de los valores básicos de comunidad, colaboración y productividad. También califican los espacios de divertidos, amables, creativos, inspiradores, productibles, flexibles y sociales. Los beneficios del Coworking para un 71% son el incremento de creatividad y para un 62% un incremento de su nivel de trabajo. Mientras, el 68% afirma que se concentran mejor a pesar de lo que podría ser lo contrario al estar dentro de espacios abiertos compartidos.
Es desde los trabajadores que las preocupaciones y los compromisos sociales entran a formar parte del entorno de trabajo, implicando sus empresas en las problemáticas de la comunidad de la que forman parte, y llegando a incorporarlas en los proyectos que desarrollan. El Coworking busca crear un entorno basado en la conciencia de comunitaria que va más allá de la creación de valor empresarial. La sostenibilidad es uno de sus valores propios y compartir recursos ya es un elemento intrínsecamente verde. Los espacios abiertos tienen la capacidad de poder absorber los crecimientos y redistribuir los decrecimientos de las empresas, adaptando y optimizando al máximo el espacio a las necesidades de cada momento. Estos espacios se ubican en el propio tejido urbano y no en zonas destinadas únicamente a oficinas, lo que permite una reducción de desplazamientos al trabajo y ser actores importantes en la rehabilitación y dinamización de sus entornos urbanos.Para generar las sinergias necesarias entre los residentes de los edificios de Coworking se crean espacios que permiten el conocimiento mutuo,espacios de roce para generar nuevos proyectos. Espacios de relación para abrirse a profesionales de otros sectores y compartir sus experiencias de éxito y fracaso, convirtiéndose en lugares de aprendizaje. El Coworking contribuye a tener una visión más amplia de la complejidad de la sociedad y poder encontrar sus necesidades, que son difíciles de visionar en entornos de trabajo sectorizados o por profesionales dentro de entornos endogámicos. Son espacios como pequeñas terrazas, zonas verdes, huertos urbanos, zonas para comer o hacer el café, o espacios menos programados como escaleras y pasillos, donde se provocan los encuentros imprevistos, pero también pueden ser espacios pensados para estos tipos de encuentros como salas especiales para encuentros y brainstorming. El trabajo compartido también demanda tener acceso a un tipo de espacios de descompresión, espacios para aislarse, estudiar o desconectar que permiten encontrar la distancia a veces necesaria del entorno.
@Kubik, un ejemplo de espacio multidiciplinar en red
@kubik25 es un buen ejemplo de nuevos entornos de trabajo en Barcelona. Es un espacio que desde su creación en el año 1994, 15 años antes que se difundiera el nombre de Coworking en San Francisco, ha servido de modelo para la implantación de otros espacios parecidos. @Kubik es un espacio multidisciplinar, contenedor de actividades económicas para pequeñas organizaciones y trabajadores autónomos dispuestos a compartir recursos físicos y servicios. Desde su creación ha querido ser un dinamizador de la economía urbana de la pequeña empresa, un lugar físico y virtual que forma un ecosistema basado en el talento, la innovación y la energía. Los 900m2 del edificio que ocupa @Kubik en el centro de Barcelona están pensados para provocar el mayor flujo de información y conocimiento posible bajo cinco principios que marcan el espíritu y la gestión del espacio:
– La vida como premisa
– La innovación como estrategia
– La tecnología como oportunidad
– La complejidad como reto
– La colaboración como dinámica
El edificio de tres plantas alberga más de 50 trabajadores distribuidos en autónomos y empresas de 3 a 15 miembros, o más de 15 trabajadores. El espacio dispone de un coordinador para activar las sinergias entre las empresas residentes y gestionar la información de cada una de las empresas. Los espacios de trabajo se configuran a través de platós libres separados por estanterías movibles, con espacios de reuniones abiertos y una sala de reuniones cerrada, una terraza y espacio de café común para los residentes. Un entorno de trabajo innovador para profesionales de la sociedad red.
Conclusiones.
La transformación social en la que estamos inmersos está modificando nuestro entorno vital. Si todo nuestro mundo está cambiando, si la sociedad red está traspasando los límites impuestos por las anteriores, si las nuevas tecnologías permiten superar la necesidad presencial, entonces las formas de producción y los entornos de trabajo también tienen que transformarse y adaptarse al nuevo paradigma. Es en el espacio de trabajo donde los valores principales de la sociedad red se muestran más nítidamente transformando el donde, el cómo y en el qué estamos trabajando. El Coworking es uno de los modelos de trabajo capaz de responder mejor a la transformación y la adaptación constante de los medios de producción a un entorno y a unas necesidades cambiantes e inciertas. En definitiva será en la cultura de la innovación8 o la ética del trabajo creativo26 donde veremos cómo nos vamos adaptando a un futuro sin respuestas pero lleno de preguntas por contestar y retos para convertir en realidad.
Marc Chalamanch
Barcelona, noviembre 2014