Barcelona es un hombre entrando a pedir mesa en Casa Leopoldo diciendo que viene de parte de un personaje de ficción: Pepe Carvalho.
Es Joan Miró pintando un mural en las vidrieras exteriores del Colegio de Arquitectos. Y es Joan Miró destruyendo ese mismo mural dos meses después.
Barcelona es una puta tomando absenta en el Bar Marsella junto a Picasso. Es una burguesa aplaudiendo en el Liceu un segundo antes de que estalle una bomba.
Es un gorila blanco. Es una virgen negra.
Es uno de los cabarets más famosos de Europa en los años 30: La Criolla. Y un pintor, Ocaña, paseando vestido de mujer por las Ramblas en los setenta.
Es una librería donde se cocinan mejillones y se reparten copas de vino entre los clientes. Y donde, desde que cerró, se puede leer en una placa: librería Negra y Criminal, “estaba hecha del material con el que se construyen los sueños”.
Es el suelo masón del Ateneu.
Y es una mujer medio desnuda que te mira de frente desde la pared en la que ha sido dibujada en una calle de Poblenou, donde fábricas industriales que definían el paisaje hace más de 100 años han sido reconvertidas en fábricas de creación artística.
Porque en Barcelona sus antes están tan presentes como sus ahoras.
Pia Chalamanch, 2016

Graffiti de Boris Hoppek, Miss Van y Rimon Guimaraes en Poblenou