
Autor: Enrique Rottenberg. Cineasta y fotógrafo israelí. Radica en Cuba desde 1993. Foto de la serie “Sleeping with”. El autor realizó un recorrido por la isla en busca de dormitorios para fotografiar y conformar la serie que se expone en la Fábrica de Arte, en La Habana.
Caminar por las calles habaneras, entre algunas otras cosas, hace recuperar la paciencia, la tolerancia, el camino… a pesar de que aún se atraviesen las exasperantes y obligadas rectas de una eterna linea en la que la mayoría esta acostumbrado a zigzaguear. Es entonces cuando te sales y te pierdes, cuando detenido bajo el sol comprendes que en esta isla todo es posible, incluso morir por amor. No culpo a todos estos años en que he transitado un camino de curvas y baches que he logrado saltar, ni a los desvelos que he esquivado volviéndome hacia el otro lado de la cama, pero se hace necesario saber que siguen existiendo las calles sin salidas, las habitaciones oscuras, los callejones intransitables, los parques sin luz y los abismos al nivel de la garganta.
Desde la ventana, mientras me ducho, veo pasar gentes desde mi húmeda desnudez, y la prisa de ellos -que no la mía- no me deja mirarles de frente. Me conformo pues con el desaparecer de sus cuerpos, a veces rotos, a veces altivos…
Caminar por las calles habaneras hace desear los interiores. Tocar la penumbra de un silencio que es casi un privilegio del amanecer. Una puerta entreabierta hace apurar el paso. Seduce la idea de meterse entre las gentes que intentan olvidar el cansancio de sus pies… y de sus mentes. Llegas y pronuncias una palabra al azar. De respuesta un discurso de sílabas viejas, siempre arropadas por una canción que escuchas desde el estupor.
Es imposible escribir un final para esta historia, y como un niño sin juegos te devuelves a la acera, observado y bajo sospecha, dejando atrás las paredes descascaradas llenas de recuerdos y una cama oxidada donde se matan los deseos grises de la madrugada. Bailo sobre el contén de la acera manteniendo el equilibrio. Parece que estoy feliz en medio de estos charcos, jugando a cazar gotas de lluvia que duelen en el pasado. Me repito en interiores comunes en luz y desasosiego, con la belleza de una siempreviva y la calma del viento cálido que viene del mar.
Estoy solo. Llueve. Me desprendo y navego. Me busco. Devuelvo miradas en un intento de ser percibido, manera única de saber que se está vivo. Muero de interiores habitados.
Guillermo Torres
La Habana, 13 de junio de 2017